Summary: Historia GTS en Español
Julia, una chica aparentemente normal, esconde un gran secreto.
Ed, el héroe de nuestra historia, lo descubre en forma casi accidental.
Este secreto los unirá en formas hasta entonces inimaginables.
A pesar de que sus gustos no son del todo similares, Julia puede cambiar eso, y muchas cosas más...
Esta historia esta fuertemente influenciada por el trabajo de Darien Fawkes en "Alright I'll Go With This". En mi opinion la mejor historia del sitio, a pesar de permanecer incompleta.
Es la primer historia que escribo relacionada con la temática de GTS. Cualquier retroalimentación es bienvenida.
Etiquetas: Adolescentes (13-19), Aventura, Pechos, Exploración de Cuerpo, Culo, Aplastamiento/Aplastar, Destrucción, Aprisionamiento, Pies, Gentil, Humillación, Cambio de Tamaño Instantáneo, Olores, Esclavo/Esclavitud, Vore/Comer, Boca/Saliva, Giganta, Encogimiento/Encogido.
Categories: Teenager (13-19),
Adventure,
Breasts,
Body Exploration,
Butt,
Crush,
Destruction,
Entrapment,
Feet,
Gentle,
Humiliation,
Instant Size Change,
Mouth Play,
Odor,
Slave,
Vore Characters: None
Growth: Amazon (7 ft. to 15 ft.), Brobdnignagian (51 ft. to 100 ft.), Giant (31 ft. to 50 ft.), Mega (501 ft. to 5279 ft.), Mini GTS (16-30ft), Titan (101 ft. to 500 ft.)
Shrink: Doll (12 in. to 6 in.), Dwarf (3 ft. to 5 ft.), Lilliputian (6 in. to 3 in.), Micro (1 in. to 1/2 in.), Minikin (3 in. to 1 in.), Munchkin (2.9 ft. to 1 ft.)
Size Roles: F/f, F/m, FF/m
Warnings: Following story may contain inappropriate material for certain audiences
Challenges: None
Series: None
Chapters: 19
Completed: No
Word count: 27756
Read: 10128
Published: January 30 2024
Updated: February 07 2024
1. Capítulo 1: Confusión by Hagane No
2. Capítulo 2: En clase de matemáticas by Hagane No
3. Capítulo 3: En la selva by Hagane No
4. Capítulo 4: La diosa by Hagane No
5. Capítulo 5: Alabanza by Hagane No
6. Capítulo 6: Las ofrendas by Hagane No
7. Capítulo 7: Revelación by Hagane No
8. Capítulo 8: Digno by Hagane No
9. Capítulo 9: Tortura by Hagane No
10. Capítulo 10: Las llaves by Hagane No
11. Capítulo 11: Ejercicios by Hagane No
12. Capítulo 12: Enfermo by Hagane No
13. Capítulo 13: Indecisión by Hagane No
14. Capítulo 14: La competencia by Hagane No
15. Capítulo 15: Limpieza by Hagane No
16. Capítulo 16: El interior by Hagane No
17. Capítulo 17: La caminata by Hagane No
18. Capítulo 18: El secreto by Hagane No
19. Capítulo 19: La cita. Parte 1 by Hagane No
Capítulo 1: Confusión by Hagane No
Author's Notes:
Los primeros dos capítulos son algo lentos. Su objetivo es presentar a algunos de los personajes, el contexto de su relación e introducir aspectos de misterio a la historia hasta la gran revelación en un capitulo futuro. Como indique en la descripción, esta es mi primer historia, así que cualquier retroalimentación es bienvenida. En este primer capítulo NO HAY CONTENIDO SEXUAL.
“… Creo que lo lanzan el otro año,
pero, de todas maneras aun no tengo el PS5, así que no importa.” Nos dice Dani
a mí y mis compañeros de clase. Reviso la hora en mi reloj – 1:16 – parece que
el profesor viene con un retraso importante.
La clase debió haber iniciado a la
1:05, todos los estudiantes nos encontramos afuera del salón de clase,
esperando a entrar a dos largas, y sin lugar a duda aburridas, horas de
“fundamentos del pre cálculo”.
En el pasillo se escuchan los
murmullos de las conversaciones que sostienen mis demás compañeros de curso,
separados en los variados grupos que suelen crearse en el ambiente colegial. En
una formación de circulo me encuentro yo… esto… ¿aún no me presento, verdad?
Mi nombre es Edward, pero casi todo
el mundo me llama Ed. Tengo 18 años y estoy cursando el último año del colegio;
como dije me encuentro a las afueras de la clase de matemáticas, la última del
día viernes. Como es normal, a pesar de estar a punto de entrar a la clase más
tediosa del currículo, la gente tiene ese tono de alegría que solo puede ser
causa del fin de semana que se avecina.
A la espera de que llegue el
profesor, me encuentro con mi grupo de amigos, el ya mencionado Dani, o Daniel,
un chico alto, con piel morena y un cabello liso que se encuentra peinado hacia
un lado, unas facciones finas y unos ojos rasgados que lo hacen ver amigable.
Es bastante popular con las chicas del curso, lo cual le recriminamos yo y mis
otros amigos a modo de broma, aunque no puedo evitar sentir cierta “honestidad”,
y hostilidad tras estos ataques.
A su lado se encuentra Andrew, de
apodo Andy, con su pálida piel y su cabello negro y largo; cabello que le suele
traer problemas con los miembros de la facultad y el profesorado, quienes
insisten que “…no se ajusta al código de vestimenta del colegio…”; no obstante
su personalidad y actitud despreocupada le parecen haber permitido mantener su
cabello de esta manera durante todo el año.
Entre Andrew y yo, se encuentra Leonardo,
al cual solemos llamar Leo, con su figura delgada, su pálido rostro sobre el
cual se encuentran un par de gafas, y un
pequeño mechón rubio que sobresale de su rizado cabello y le recae sobre la
frente. Es quizá el chico más inteligente del curso, sin embargo no se comporta
como un “esnob” y de hecho es bastante abierto a todo tipo de conversación y
actividad juvenil que se le plantee.
Por ultimo estoy yo, con mi
estatura promedio, mi cabello de un castaño oscuro, ondulado e imposible de
peinar; unas facciones que no me hacen el más guapo del mundo (nariz
ligeramente aguileña, ojos de un café tan oscuro que no sobresaltan ni sobresalen,
y una cara redondeada que, según me han dicho, me hacen parecer bastante
“gracioso”, lo cual parecía no tener la intención de ser un insulto, pero que
me ha carcomido desde entonces).
Mientras mis amigos siguen hablando
avivadamente sobre videojuegos (quizá mi hobby favorito junto a la lectura),
pierdo el hilo de la conversación. Mis ojos siguen los movimientos del castaño
cabello de Julia, una chica pequeña (quizá de 1.55 m. de estatura), con unos
redondos glúteos, unos pechos modestos y unas facciones que a pesar de no ser
particularmente sensuales, la hacen ver sumamente atractiva. Ojos de un azul
muy claro, labios lo suficientemente grandes, una nariz pequeña con una
adorable forma de botón en la punta, y un puñado de pecas que parecen iniciar
en el puente de su nariz y se riegan elegantemente sobre sus mejillas.
Sin lugar a dudas se dirige a su
grupo de amigas, pero al pasar junto a nuestro grupo no puedo evitar notar que
me ve por unos segundos y me dedica una pequeña sonrisa.
Llega tarde, como es usual, pero
como también parece ser usual la suerte la acompaña, pues unos segundos después
de su entrada llega el profesor, sudoroso, murmurando excusas sobre su tardanza
a la desinteresada multitud que forma el estudiantado. Todos lo seguimos al
interior del salón y tomamos nuestros asientos designados a la espera del
inicio de lo que muchos debemos considerar el peor tipo de tortura.
Me siento en mi pupitre, en la
esquina derecha del fondo del salón. Junto a mí una ventana me permite observar
el despejado cielo azul que hace alardes de una soleada pero fresca tarde de
octubre. Frente a mí, tomando su propio asiento, espío el lacio cabello de
Julia.
Aunque no podría decir que es mi
amiga, pues rara vez conversamos fuera de clase, las diversas asignaciones y
trabajos en pareja de este curso en particular han hecho que me acerque a esta
hermosa chica.
Luego de poner sus cosas sobre la
mesa, se vuelve hacia mí y me pregunta sin rodeos: “¿Pudiste terminar los
ejercicios?”.
Rápidamente se forma un vacío en mi
estómago. ¿Cómo pude olvidarlo cuando hoy corresponde la revisión? Julia debe
haber notado mi expresión de sorpresa, pues de lo siguiente que soy consciente
es que me está dando su cuaderno con las soluciones.
- “Copia rápido, de todas formas somos
los últimos a los que llama.” No es la primera vez que nos copiamos, ya en
otras ocasiones Julia me ha sacado de un apuro, y yo he hecho lo propio, con
menor frecuencia he de decir…
- “Gracias, te debo una.” Le digo
por lo bajo
– “Lo sé” me responde con una sonrisa.
En el entretanto el profesor se
coloca al frente del salón y con su monótona voz nos indica:
- “Empiecen con los ejercicios del
capítulo 6, estaré llamándolos para hacer la revisión individual de los
realizados el martes.” Se sienta en su escritorio y aclama:
-“Señor Rossi (mi apellido), pase por favor.” En
cuanto las palabras salen de su boca Julia se vuelve para mírame con una
evidente expresión de desconcierto.
La misma emoción siento en mi
interior mientras observo la patética página del cuaderno en la cual únicamente
se encuentra plasmado uno de los cinco ejercicios que olvidé hacer. No soy el
mejor en matemáticas, y sé que este despiste me podría costar hasta un 5 por
ciento de la nota.
El profesor es un hombre justo,
otorga el porcentaje aun si el resultado o el procedimiento son incorrectos,
pero no tolera los trabajos incompletos, a los cuales suele colocar un
brillante y rojo cero.
La frustración hace que deba cerrar
los ojos por unos segundos y dar un silencioso pero largo suspiro. La voz del
profesor, que debe haber intuido mi casi imperceptible demora, rápidamente me
devuelve a la realidad:
-“Si no terminaron el trabajo ni si
quiera venga a mi escritorio, ya saben que puntuación les corresponde…”.
Efectivamente, lo sé. Me obligo a
abrir los ojos para mirar mi hoja y pensar en alguna excusa de por qué hacen falta
esos estúpidos ejercicios… cuando me doy cuenta de que todos ellos se
encuentran desarrollados en la hoja sobre la cual, hace unos segundos, no había
ni un rastro de tinta o grafito.
Restriego mis ojos pensando que
estoy teniendo una alucinación. Pero todo sigue ahí, la tinta indeleble y el
grafito con los rasgos ligeros que me han criticado diversos profesores.
Indudablemente es mi letra, pero ¿Cómo? No solo no recuerdo haberlo hecho, sino
que las hojas vacías que presencie hace un momento hacían fe de mi
irresponsabilidad.
Toco el papel con cierto temor,
todo se siente normal, incluso la…
- “Ed, el profesor te está llamando
para la revisión.” Las palabras de Julia me sacan de mi fijación con las respuestas
que parecen haber salido de la nada. Mecánicamente me levanto y me dirijo al
escritorio del profesor con mi cuaderno abierto en esas misteriosas ecuaciones.
Mientras deposito mi cuaderno en la
superficie de vidrio frente al profesor, este me ve a la cara y con un tono
compasivo que nunca le había escuchado me pregunta:
- “¿Está usted bien? Tiene un tono
pálido muy preocupante, debería ir a la enfermería para que lo vean…”
Hasta escuchar estas palabras soy
consciente del punzante dolor de cabeza que tengo. Decido hacer caso de la sugerencia
y disculpándome salgo a toda velocidad del aula.
Llego al baño sudando frio. El
dolor de cabeza aun no desaparece, aunque parece estar perdiendo su agudeza. Me
miro al espejo y compruebo que el profesor tenía razón, estoy pálido y
sudoroso, como si tuviese fiebre. Me apoyo en el lavamanos y cierro los ojos.
¿Cómo aparecieron esas respuestas
en mi cuaderno? Lo más preocupante es que esa era mi letra, en algún momento mi
puño dibujo las complicadas ecuaciones que requería el capítulo 5 que
trabajamos el martes.
Siento que me estoy volviendo loco,
y las oleadas de dolor en la sien parecen renovar sus energías, sacándome un
quejido apenas audible. Aun con los ojos
cerrados abro la llave y me lavo la cara. La fría agua me devuelve un poco de
la cordura que en menos de 5 minutos parecía haberse esfumado por completo.
Empiezo a controlar mi respiración, dándome cuenta en el proceso de lo agitado
que estaba, y el dolor de cabeza poco a poco se va.
Una voz femenina llama desde fuera
del baño.
– “Ed ¿Estás ahí?”.
Abro los ojos para verme al espejo
y respondo con toda la tranquilidad que este mareo me permite: “Si, salgo en un
momento.”
Me vuelvo a lavar la cara. Comprobando
en mi reflejo que ya no parezco estar muriendo de fiebre decido abrir la
puerta. Una preocupada Julia me espera afuera.
– “El profesor se molestó porque no
volvías de la enfermería, así que me envió a verificar que estuvieras bien.
Cuando no te encontré vine aquí.”
¿Se molestó? Pero si llevo fuera
menos de 5 minutos.
– “¿En serio? Creo que los 5
minutos que he estado fuera ni siquiera dan tiempo para ir y volver”. Le
respondo, con una sonrisa forzada que pretende esconder el malestar que aun
abunda en mi interior.
Con una cara de sorpresa, curiosidad
y, estoy loco o hay también un poco de temor, Julia me responde cautelosamente:
- “Has estado fuera por al menos
media hora.” ¿MEDIA HORA?! Debo de haberme puesto pálido de nuevo, porque el
tono de Julia solo expresa temor cuando me pregunta:
- “¿Te encuentras bien? Bueno, no
luces particularmente bien…”. No es temor, es culpa lo que puedo notar en su
voz.
A pesar de ser yo el enfermo no
puedo evitar asegurarle con toda la energía de la que dispongo:
- “Estoy bien, en serio.”
Su sonrisa no se corresponde con su
mirada, que aun parece algo taciturna. Como no responde nada más, y yo me
encuentro exhausto, también me reservo las palabras y simplemente nos dedicamos
a caminar juntos a clase.
Al llegar al salón, Julia le
explica rápidamente al profesor que me encontró cuando ya estaba saliendo de la
enfermería. Con la intención de dejar atrás la incómoda interacción de hace
unos momentos, le susurro:
-“Supongo que ahora te debo dos.”
Aunque no puedo ver su cara, su
tono denota la presencia de una sonrisa:
- “Lo sé.”
El sonido de una fuerte campanada
indica que son las 3:00, y con ello, el final del día lectivo. Como es viernes todos mis compañeros están
contentos y hablan animadamente sobre sus planes para el fin de semana.
Mis amigos se acercan a preguntarme
si estoy bien y si deseo salir con ellos más tarde. Me limito a contestar que
estoy bien y a rechazar la invitación argumentando que me encuentro algo
cansado.
Cansado ni siquiera se acerca a
como me siento.
La caminata de vuelta a mi hogar,
que como hoy suele ser solitaria, me obliga a meditar sobre todo lo ocurrido en
las últimas dos horas. Después de pensarlo durante el viaje, que no dura más de
20 minutos, decido que simplemente no hay una explicación posible.
Entro a mi hogar. Como es costumbre
no hay nadie, mis padres se encuentran en sus respectivos trabajos, y no
estarán aquí hasta las 5:00 de la tarde. Perfecto, sinceramente no me apetece
hablar con nadie.
Mientras me
lavo las manos y recaliento la comida cariñosamente preparada por mi madre pienso
en los sucesos de mi última clase. Mientras pondero la posibilidad de algún
tipo de intervención divina, también entra en mi cabeza la extraña actitud que
portaba Julia durante y después de lo sucedido.
Al sonar la
campana aún se le notaba triste (o quizá preocupada); cualquier otro viernes se
hubiese reunido de inmediato con sus amigas para salir juntas de la clase a
hacer quien sabe qué. Pero hoy, se volvió, me dijo una breve despedida y se
fue, completamente sola.
Las
punzadas de dolor en la sien hacen que decida dejar todo aquello de lado, comer,
y recostarme un rato.
End Notes:
Gracias por leer! Cualquier recomendación en cuanto al estilo de escritura, el formato, el contenido, etcétera, es bienvenida.
Capítulo 2: En clase de matemáticas by Hagane No
Author's Notes:
Los primeros dos capítulos son algo lentos. Su objetivo es
presentar a algunos de los personajes, el contexto de su relación e
introducir aspectos de misterio a la historia hasta la gran revelación
en un capitulo futuro.
Los molestos pitidos de mi alarma
me informan que son las 6:00 de la mañana del día lunes. El fin de semana se
fue en un suspiro, pero no puedo quejarme, me dio el tiempo suficiente para
terminar todo el trabajo incompleto de matemáticas, y también me permitió
recuperarme del inquietante malestar.
Me ducho, como mi desayuno, me
despido de mis padres y me dispongo a caminar hacia el colegio.
Son las 7:40 cuando finalmente llego,
10 minutos antes de la primera clase. Veo a mi grupo de amigos, enfrascados en
una aparente discusión, así que me dirijo hacia ellos. No obstante una radiante
Julia me intercepta en el camino:
-“Hola Ed ¿Cómo te encuentras?”
No puedo evitar sonreír cuando le
respondo:
- “Me encuentro fabulosamente ¿Qué
tal tú, como pasaste tu fin de semana?”.
Ella me devuelve la sonrisa:
-“Algo aburrida, no pude salir por los
estúpidos deberes de mate…”
– “No me hables de matemáticas, entre lo
sucedido el viernes y la tarea, mis ganas de vivir se han visto
considerablemente reducidas.”
A mi nerviosa risa se une la suya:
- “Estaba muy preocupada por ti, de
verdad parecías estar enfermo.” De nuevo esos pequeños indicios de culpa en su
voz.
Con toda honestidad le respondo:
- “Te repito que estoy
perfectamente, sinceramente ni siquiera recuerdo qué sucedió.” En parte es
verdad, mis recuerdos sobre lo sucedido aquella tarde son insalvablemente
nebulosos.
–“Pues me alegro de escucharlo, nos vemos
luego.” Y con un breve ademan de despedida me deja para reunirse con su grupo.
Yo hago lo mismo, sin poder evitar pensar en que este bombón estaba preocupada
por mí. Que parecía estar legítimamente consternada por lo que fuera que me
pasara.
Con este conocimiento me dispongo a
afrontar la semana, más contento que de costumbre.
El día lunes transcurre sin ningún
otro evento que merezca la pena mencionar. Las clases son aburridas, y las
conversaciones con mis amigos tan estúpidas (y divertidas) como siempre.
Es martes a la 1:00 de la tarde. De
nuevo estamos esperando al profesor de matemáticas, cuando unos toques en el
hombro me sobresaltan.
- “Vengo a cobrar los favores que
me debes, préstame tu cuaderno.” Me dice Julia juguetonamente.
- “Pensé que habías hecho los
deberes durante el fin de semana y que por eso no pudiste salir.” Arremedo sus pucheros en las últimas palabras.
Con una falsa indignación me
contesta:
–“Bueno solo quiero revisar que mis
respuestas estén bien, además me lo debes”
– “¿Quieres comparar tus respuestas
con las mías? Pensé que tenías claro que apesto en matemáticas.”
– “Está bien, no hice la tarea.
Pero no mentía cuando dije que no pude salir el fin de semana.” Dice en forma
defensiva, sonrojándose un poco.
–“No pasa nada, en todo caso prefiero saldar mi deuda de una vez.” Mientras
le entrego mi cuaderno, llega el profesor y la multitud lo sigue dentro del
salón en una desordenada fila.
Cuando todos estamos en nuestros
lugares el profesor da la indicación de continuar trabajando con el capítulo
que sigue y advierte sobre la revisión. Mientras veo a Leo dirigirse al
escritorio del profesor, me concentro en sacar mis cosas y ponerme a trabajar.
Mientras rebusco los útiles en mi
mochila, que se encuentra en el suelo al lado de mi pupitre, otra cosa reclama
mi atención.
Julia, perdidamente concentrada en
copiar mi trabajo, juega distraídamente con sus mocasines. La forma del calzado
le permite sacar y reintroducir su delicado pie, girándolo, sosteniéndolo con
la punta de sus dedos, o directamente reposando sus piecitos fuera de los
zapatos.
Esa danza, imperceptible para
cualquier ser humano normal (y cuerdo), es como un canto de sirena para mi… simplemente
no puedo apartar mi atención de ella.
Aquello despierta la atención de
otra parte de mi cuerpo. Tengo que hacer un esfuerzo consciente para dejar de
mirar aquel erótico espectáculo y volver a la sosa aritmética.
Imágenes de esos hermosos pies con
medias grises hasta las rodillas siguen danzando en mi cabeza, y de vez en
cuando sigo robando miradas discretas (espero que sean discretas) de mi
compañera.
Esa es otra de las ventajas de
estar detrás de Julia, cuando se concentra su deliciosos pies salen a jugar de
la prisión que representan aquellos mocasines, de uso obligatorio para las
chicas del colegio. En mi mente agradezco a quien quiera que haya tomado esa
decisión, pues la forma del calzado les permite a mis compañeras despojarse
fácilmente de ellos y deleitar a los desgraciados como yo.
Mientras me
encuentro envuelto en estas sensuales fantasías, un extraño sueño que
prácticamente impide a mis parpados mantenerse separados me invade. Y con ello
vuelven los punzantes dolores de cabeza que creía haber dejado atrás.
Me recuesto
un momento sobre mi libro, y sin saberlo ni quererlo me quedo profundamente
dormido.
End Notes:
Tengo bastante de la historia escrito. La decision de dividir en
capítulos es tanto para mi comodidad como la de los lectores. Espero que
disfruten y reitero que cualquier retroalimentación se agradece.
Capítulo 3: En la selva by Hagane No
Cuando despierto no estoy en mi
clase de matemáticas. En verdad, no tengo ni idea de donde estoy. Me encuentro acostado
en el suelo, boca abajo. La superficie parece ser de piedra, pero no una piedra
procesada o tratada, piedra cruda y completamente natural. Hay poca luz, pero
de todos modos decido ponerme en pie.
Con la confusión inicial no me
había dado cuenta de que estoy completamente desnudo. El frio y los nervios me
hacen tiritar; además empeoran mi dolor de cabeza… mi dolor de cabeza… su
molesta presencia me hace dudar por un momento.
Empezaba a asumir que estaba en uno de esos
sueños lucidos, pero la textura de la piedra en mis manos y pies descalzos,
junto con el punzante dolor, empiezan a dibujar una posibilidad en principio
impensable. Que estoy despierto y todo esto es real.
Analizo mis alrededores. Estoy en
algún tipo de cueva. Hacia un lado veo una fuente de luz que, sospecho, viene
de la entrada. En la dirección opuesta
la penumbra se convierte en una profunda y amenazante oscuridad. Hacia arriba
lo poco que puede deslumbrarse del techo revela su textura lisa, igual al suelo
y las angostas paredes.
Entonces, desde el lado de la luz,
escucho lo que únicamente puede ser descrito como el sonido de trompeta, o
algún otro instrumento de viento. No es un sonido natural, pues se nota cierta
estructura en él, por muy básica que sea.
Sin saber qué más hacer, y con
cierto temor a que de aquella profunda oscuridad se manifieste alguna criatura
hostil, decido caminar hacia el exterior.
Mi desnudez aun me desconcierta. Afortunadamente,
mientras camino, encuentro en el suelo un par de hojas unidas por una fina
liana. Cuando lo levanto me doy cuenta de que es un “taparrabos”. Decido ponerme
la improvisada prenda y seguir andando hacia la luz.
La intensa melodía vuelve a sonar,
debo estarme acercando pues se escucha con mayor estruendo. Poco a poco me
aproximo a la apertura. En verdad, la presencia de seres humanos hostiles es
quizá peor que la de cualquier bestia salvaje; pero ponderando las opciones que
tengo decido seguir, después de todo es imposible que esto esté sucediendo
realmente ¿Cierto?
En el exterior la luz solar me toma
desprevenido. Mientras mis ojos se adaptan al resplandeciente brillo, noto personas
a mí alrededor. Cuando por fin puedo ver bien me llevo otra sorpresa, frente a
mí se encuentran los chicos y chicas de mi curso; todos y cada uno de ellos con
vestimentas de hojas apenas funcionales para tapar sus zonas más sensibles. Se
encuentran de pie, haciendo una formación en círculo alrededor de Stephanie (la
chica más empollona de la clase, razón por la cual fue elegida como presidenta)
que parece estar dando algún discurso en voz muy alta desde un improvisado
podio.
Detrás de la extraña escena se
erige una inmensa estructura. Parece un edificio. Su base es cuadrada, aunque
no veo puertas ni ventanas. El prisma (pues la altura es mayor que el ancho) se
erige 20 metros, y de la arista más alejada sobresale una sola pared que desde
la base debe rozar los 40 metros. Unas
escaleras, en lados paralelos del prisma, acceden cada una a dos plataformas de
madera que se asientan sobre él, y conectan en la parte baja de la pared.
Me cuesta imaginarme para qué
podría usarse un monumento de tales características. Sin embargo, creo que esa
es la menor de mis preocupaciones.
Cuidadosamente me acerco al grupo. Veo
que detrás de la presidenta se encuentra Leonardo junto a un enorme instrumento.
Sin lugar a duda el origen de aquel alarmante sonido. Estoy lo suficientemente cerca como para
captar lo que dice Stephanie
– “…este semestre la ofrenda ha de
ser doble, pues mi ama me ha dicho, personalmente, lo inconforme que estaba con
la cosecha anterior. Hoy, al ser el alba, nuestra diosa despertó de su reposo y
me envió, como su mensajera que soy, a haceros saber sus requerimientos. Tenéis
media hora antes de su celestial llegada.”
Al finalizar se baja del podio,
camina un par de metros y se introduce en una pequeña casucha de madera con un
gracioso techo de enormes hojas.
Me surgen mil dudas, pero mis compañeros
de clase empiezan a movilizarse de inmediato, como si tuviesen absolutamente
claro lo que deben hacer. De entre la multitud un Andrew demasiado desnudo para
mi gusto se me acerca y me pregunta con toda naturalidad:
- “¿Dónde estabas? La enviada se puso como
loca cuando notó que faltaste a la convocatoria.”
Los nervios ganan a cualquier otro
impulso, y pregunto: -“¿Qué está pasando? ¿En dónde estamos?”
–“Por favor, deja de perder el tiempo, no
tenemos mucho para terminar los preparativos…” Adusto se aleja de mí, como si
me hubiese sacado de toda duda posible. Buscando alguna respuesta coherente,
interrogo a mis demás compañeros de clase. Algunos me repiten lo dicho por mi
amigo, otros solo me miran con apatía, sin dirigirme la palabra.
Alrededor del claro en el cual nos
encontramos se extiende una espesa selva. Descarto adentrarme en ella, pues
dudo que pueda encontrar a más personas. Estaré más seguro con estas extrañas
versiones de mis conocidos.
Leo ya no se encuentra junto al
instrumento, y de hecho no lo veo por ninguna parte. Podría entrar en la
casucha, pero algo me dice que la repelente personalidad de Stephanie solo se
ha visto multiplicada por el trance en que parecen encontrarse los demás.
Al borde izquierdo del claro se
forma un nuevo grupo, aunque no todos participan de él. Un largo y enmarañado
cabello me dice que Andrew se encuentra en esta pequeña multitud. Parece estar
tan loco como todos los otros; de todos modos empiezo a caminar hacia mi amigo.
–“Deseo presentarme como
candidato.” Escucho decir a Dani, a quien no había notado al lado de Andy.
Laura, una rubia a la que debo haber dirigido tres palabras en todo el año, se
le acerca, introduce su pulgar derecho en un recipiente con algún mejunje
purpura que lleva en la otra mano, y le hace una gran marca en el pecho, y otra
en la frente.
Andrew pronuncia exactamente las
mismas palabras, y le sigue el mismo procedimiento. Así con cinco chicos más.
Mientras tanto Dani se me acerca y con la misma perplejidad que reflejaba Andy
cuando me vio por primera vez pregunta:
-“¿Vas a ofrecerte?“
–“¿De qué mierdas estás hablando?” La
confusión ha dado paso a la rabia. ¿Por qué diablos todos hablan así?
–“Entonces ¿Por qué estás en la
zona de ofrendas?... Como quieras, tengo que ir a formarme con el resto.” Con
un leve trotado sigue a Andy y los demás chicos al centro, frente al podio.
Mi aturdida mirada se topa con
Laura a unos centímetros de mi rostro:
-“Que la majestuosidad de la diosa
te llene de valentía y la aptitud para servirle.” Introduce su índice en la
espesa sustancia purpura, y con la intención de marcarme como a mis compañeros,
lo acerca meticulosamente a mi pecho.
“Estoooo… no gracias…” Intento
apartarme de mi compañera. Por alguna razón, tengo un mal presentimiento sobre
ese extraño mejunje.
“No hay por qué temer, es un
impulso normal y natural”. Me dice en forma obstinada, intentando acercarse a
mí.
“¡Déjame en paz!” La intento
sostener con ambas manos, lo cual causa que el recipiente se derrame sobre su tonificado
cuerpo.
“¡Maldito idiota! Se lo diré de
inmediato a la enviada.” La furiosa chica se aleja hacia el centro, por donde
se fueron mis compañeros antes.
Frustrado decido refugiarme de esta
panda de perturbados dentro de la cueva en que desperté. No me había fijado antes,
pero la apertura de la cual emergí hace unos minutos es tan solo una de varias
decenas que se encuentran insertas en una enorme y lisa ladera. Los ángulos
rectos en todos sus lados sugieren que aquella tampoco es una formación
natural.
La perplejidad provocada por este
nuevo descubrimiento me impide advertir la llegada de Stephanie y Laura, de las
cuales solo la primera esta modestamente vestida con la indumentaria de hojas.
Laura se ha despojado de sus ahora manchadas hojas, y camina sin ninguna modestia
por su falta de ropa.
–“Así que tenemos a un desobediente.
¿Pretendes retar la palabra de tu diosa, insecto?” Me cuesta mucho trabajo
procesar las palabras de Stephanie con Laura tan desnuda a su derecha.
¿Me ha llamado insecto?
Mientras intento entender aquel
intercambio, la presidenta de mi salón, sin ninguna advertencia, tira de mi
apenas funcional vestimenta, destruyéndola. Apenas soy consciente de mi
desnudez cuando Laura me marca el pecho con más de aquel mejunje morado, del
cual solo resta un poco en el pequeño tazón. Ambas se alejan sin decir nada más.
¿Qué mierda está sucediendo? Es
todo lo que me puedo repetir antes de que se vuelvan a escuchar las simples
notas que produce el extraño instrumento. La dispersa muchedumbre vuelve a
formarse en el centro, alrededor del podio de Stephanie.
Por mi lado, decido seguir mi
camino hacia las cuevas. Cualquiera servirá de escondite. Estoy a pocos pasos
de una de las aperturas, cuando dos fuertes pares de brazos me detienen por
detrás. Giro la cabeza para ver que Daniel, y otro fornido compañero, Cristian,
me intentan retener.
Poco puedo hacer para oponerme
mientras me arrastran hacia la multitud.
*BUM* *BUM*
*BUM* Mientras tiran de mí, una serie de nuevos y estruendosos sonidos se suman
al ambiente. Su intensidad crece gradualmente, como si se acercaran poco a
poco.*BUM* *BUM* Con ellos, lo que al principio era un imperceptible zumbido en
el suelo, pronto se transforma en un rítmico temblor.
Al llegar
al centro, quienes me detuvieron me depositan junto a los otros chicos
marcados, de rodillas frente al improvisado podio de la presidenta. Dani adopta
la misma posición a mi lado, y Cristian se retira con el resto de la clase, que
ahora se alinea en un semicírculo a nuestras espaldas.
Quiero
ponerme de pie, pero las vibraciones del suelo prácticamente me lo impiden. Me
mantengo de rodillas, derrotado por la situación.
–“Preparaos
para la llegada de vuestra diosa, a quien debéis alimentos y cobijo.
Arrodillaos ante su presencia, aceptad con humildad su voluntad y adorad su
divino cuerpo...” Exclama Stephanie frente a mí.
*BUM* *BUM*
*BUM* Sigue hablando, pero el sonido de lo que solo pueden ser las pisadas de
un ser inexplicablemente enorme ahoga su voz.
Entonces la
pared de enormes y robustos árboles que tenemos a nuestra izquierda se abre de
par en par como una teatral cortina.
End Notes:
¿Qué sera lo que se acerca? ¿Acaso el autor le saco cualquier vestigio de misterio a la historia colocando el nombre de su personaje principal como titulo? Descúbralo en el siguiente capitulo.
Capítulo 4: La diosa by Hagane No
Author's Notes:
Al fin aparece una giganta en la historia ¿quién será?
De entre los gigantescos árboles
asoma una figura inconfundiblemente humana. No obstante, sus dimensiones roban
cualquier rastro de humanidad a aquella criatura. Desde sus pies, hasta el tope
de su cabeza, debe medir unos 35 metros de altura. Le suman otros 3 metros lo
que solo podría describir como una corona, que reposa sobre su cabeza.
El contraluz impide descifrar su
apariencia, sin embargo el contorno de su figura es distinguiblemente femenino.
Caderas anchas, una cintura estrecha que conecta con un busto notable, y este
con una cabeza de cabello largo y lacio. Unos muslos gruesos pero definidos y
unas pantorrillas que terminan en unos pequeños y delicados pies descalzos. Sin
lugar a duda estoy ante una mujer, o una criatura que aparenta ser tal.
Una criatura divina si las palabras
de Stephanie llevaban razón.
Quienes me acompañan de rodillas no
están viendo aquella fascinante entrada. Todo lo contrario. Sus cabezas están
inclinadas hacia abajo, y sospecho que sus miradas no se han desprendido del
suelo.
A mis espaldas la formación en
semicírculo ha desaparecido y mis compañeros se dedican a colocarse, en
posición de alabanza, formando una especie de pasillo hacia el frente de la
exótica estructura. Otros tantos suben las precarias escaleras a ambos lados
del monumento.
Mis excesivos movimientos deben
haber llamado la atención de Stephanie, que parada en el podio se vuelve hacia
mí y con su pie izquierdo me hace inclinar la cabeza igual que mis
acompañantes. El rudo despliegue de mi compañera de clase, además de la
presencia de su descalzo pie en mi cuello, hace despertar mi libido, a pesar de
lo absurdo de la situación.
Noto como mi pn empieza a
endurecerse.
La gigantesca figura comienza a
moverse en dirección a la estructura. Aunque la presidenta evita que lo mire
directamente, noto como la giganta pasa sobre nosotros cuando su cuerpo obstruye
momentáneamente la luz solar. Además, llueven sobre nuestros cuerpos restos de
hojas, raíces y tierra, que supongo se desprendieron de las enormes plantas de
sus pies.
Los pasos se detienen, un último y
estruendoso sonido sucede
*BUM*
Todo queda en silencio por lo que deben
ser unos segundos, pero parecen varios minutos. Ni siquiera los ruidos de la
espesa selva que nos rodea son audibles. Por fin la presidenta retira su pie de
mi cuello, salta del podio y se dirige a toda velocidad hacia la estructura.
Ya sin restricciones, pero aun de
rodillas (el miedo torno en gelatina mis piernas), me vuelvo hacia la estructura
para observar lo que sucede. Solo entonces caigo en cuenta de que aquel
monolito de piedra no era ningún edificio.
No, no, no.
Se trata de un asiento, o quizá sea
más preciso llamarlo un trono. Sobre él se ha sentado la enorme mujer. A sus
pies mis compañeros empiezan a dividirse en dos grupos, colocándose cada uno
frente a una gigantesca pierna. Stephanie les está dando instrucciones.
Quienes subían las escaleras han
llegado a sus destinos. Aquellas plataformas de madera revelan ser braceras,
sobre las cuales reposan los antebrazos y manos de la denominada diosa.
Con la luz bañando su figura, puedo
ver que su cara se encuentra oculta tras una intrincada máscara de aspecto
tribal; además puedo distinguir su vestimenta.
Sobre sus pies descalzos, unas
cadenas que sospecho son de oro decoran sus delicados tobillos. En el pie
izquierdo, de la ajorca sale otra cadena que conecta con un anillo, también de
oro, colocado en el dedo de en medio de su hermoso pie. Los dedos siguen una
perfecta línea descendiente, desde el grande hasta el meñique. En el pie
derecho un anillo plateado, supongo que de plata, abraza su dedo grande, y otro
idéntico su dedo de en medio.
Nada cubre sus gruesas piernas, y
solo al llegar a sus partes íntimas puede verse una falda muy corta, elaborada
con grandes hojas meticulosamente hiladas. Su plano pero firme abdomen también
esta descubierto, y sus senos únicamente cuentan con dos hojas, una en cada pecho,
para ocultar el pezón.
Por lo demás, su espalda está
completamente desnuda. Su cabello lacio y castaño está suelto, y llueve sobre
hombros y espalda. Además de la máscara, vislumbro la impresionante corona,
cuyas incrustaciones de piedras preciosas resplandecen reflejando el abrasante
brillo solar.
Quizá
Stephanie tenía razón, y si no la tiene, no puedo culparla por la confusión. Aquel
ser aparenta ser divino…
Capítulo 5: Alabanza by Hagane No
Junto al inmenso miedo que siento
por aquella criatura, existe en mi otro sentimiento, otra reacción
diametralmente opuesta: deseo sexual. Ya no tengo duda, estoy en un sueño, y
además uno de los buenos. Lo realista de la experiencia únicamente estimula más
mi libido.
Mi cerebro debe estarme
recompensando por el dolor que mi hizo pasar la última vez que estuve en clase
de matemáticas…
Un momento, creo que me dormí en
clase. Un nuevo temor se apodera de mi subconsciente, y con toda fuerza deseo
que ni mi profesor, ni la dulce Julia u otro compañero me saque de esta
surrealista experiencia.
Julia… es la única compañera a la
cual no he visto en este sueño; quizá el cariño que siento por ella evita que
se inserte en tan indecente despliegue de desnudez.
Mientras pensaba en todo esto,
Stephanie vuelve a posicionarse frente a los ocho que quedamos en el centro,
todos marcados con aquella extraña pintura morada y aun de rodillas. No había
prestado atención a las marcas hasta ahora, en el pecho de Dani observo una
especie de espiral, y en su frente un corazón. Lo mismo para mis demás
acompañantes.
Sin embargo en mi pecho se
encuentra, claramente, un solo circulo, totalmente cerrado, y dentro de él una
equis; además no se me hizo ninguna marca en la frente. Debo estar señalado por
haber ido en contra de la voluntad de aquella majestuosa criatura.
–“Arrastraos hacia vuestra diosa.
No sois dignos de caminar en su presencia”. Sin rechistar mis compañeros
obedecen esta nueva orden de la presidenta de clase.
Mientras observo como mis
compañeros y amigos realizan aquella humillante muestra de absoluta sumisión
sin dudarlo ni por un segundo, siento el ahora reconocible pie de Stephanie en
la espalda.
-“No querrás enfurecer más a tu
diosa imbécil. ¡Arrástrate!”
La actitud y palabras de quien en
el mundo real es una tímida y reservada chica me producen una nueva erección.
Con el miembro a medio mástil decido seguirle el juego, haciendo caso a sus
demandas.
Como los que me presiden, pongo mis
rodillas y manos en el suelo. Me dirijo hacia la enorme mujer en un patético
gateo. Mientras me arrastro no puedo evitar pensar que aquella supuesta deidad
no ha producido más ruido que el de su tranquila respiración.
Ahora que la escucho, esa respiración, igual a
la de un ser humano normal pero mucho más fuerte en razón de su tamaño, me
transmite cierta tranquilidad. Como cuando el latido del corazón de las madres
relaja al bebe tendido sobre su pecho.
A gatas, con las rodillas y palmas
de las manos adoloridas pero aun portando una firme erección, me detengo junto
los demás marcados, en medio de los pies de la enorme mujer.
Aunque mis acompañantes una vez más
están de rodillas y tienen la vista clavada en el suelo frente a ellos, yo no
puedo evitar deleitarme con la forma, el tamaño e incluso el aroma de estos
poderosos pies.
Las saludables y despintadas uñas
se encuentran perfectamente cortadas. Los arcos no son altos, pero son
fácilmente distinguibles. No se notan las deformaciones propias de un apéndice
puesto bajo grandes esfuerzos, ni siquiera resaltan venas en el empeine.
La visión de aquellos enormes pies,
su mera presencia ante mí, hace que mi erección llegue a su punto culmen. Noto
como se humedece la cabeza e incluso un espasmo obliga a encorvarme.
Adopto la posición que tienen los
chicos a mi lado, en parte para ocultar mi obvia emoción, y en parte para no
enfurecer más a Stephanie, que ya se acerca por detrás. Aunque no puedo verlo,
siento como se clavan en mi espalda las miradas de Stephanie y de la giganta
frente a mí.
–“¡Alabad!” Grita Stephanie tras
nosotros, y de nuevo, sin rechistar ni por un segundo mis compañeros hacen los
movimientos propios de una alabanza a la divinidad.
Como no sé qué más hacer los copio.
Con
las rodillas flexionadas debajo de mi cuerpo, mi culo tirado hacia atrás, y mi
torso y brazos tan al frente como puedo, me coloco como lo haría el más
ferviente creyente religioso.
Cada vez que levanto el cuerpo, y
con ello mi mirada, la visión de esta enorme belleza me emociona más y más.
Mi miembro parece haber adquirido
vida propia y no obedece a mis órdenes de mantenerse abajo. La tentación de
masturbarme es tanta, que opto por cerrar los ojos para huir de aquella lasciva
presencia.
Parece funcionar, aunque el aroma
que sin lugar a duda expiden este par de titanes es suficiente para mantener
atento a mi pene.
Seguimos
así por unos minutos hasta que Stephanie, tras nosotros, espeta:
-“Basta”.
Solo
entonces me atrevo a abrir los ojos. Craso error.
Parte de los
dos grupos que habían formado mis otros compañeros en la base del trono ahora
se dedican a frotar, masajear y limpiar las plantas de aquellos hermosos pies.
La visión
de sus plantas, ligeramente enrojecidas y sucias por el contacto con el duro
suelo de tierra; la pálida y cremosa piel, a salvo del suelo en los arcos; ver
a un montón de pequeñas personas (en comparación con la giganta) tocando con
fervor cada centímetro cuadrado de los magníficos gemelos… Es demasiado para mi
embotado cerebro.
Levantados
sobre sus talones, estos pies se erigen unos 4 metros de alto, haciendo parecer
a mis compañeros aún más diminutos.
Sin
pensarlo mi mano derecha se dirige a acariciar mi miembro, que ha adquirido
toda su dureza otra vez; pero antes de que pueda hacerlo, dos pares de brazos
me levantan bruscamente.
Esta vez
Cristian se encuentra acompañado de Jose, otro fornido estudiante de mi curso. Cuando
me dan la vuelta me doy cuenta de porque Dani no está asistiendo a mi
detenimiento.
Este, junto
a Andrew y mis otros cuatro compañeros, se encuentran atados de pies y manos cada uno a una serie de palos de al menos dos
metros y medio de altura, recientemente clavados a varios metros del titánico trono.
Mis
captores me arrastran hacia la última estaca, la única vacía, mientras Laura
prepara las gruesas lianas que serán mis ataduras.
End Notes:
Si han leído hasta aquí, agradecería que me dijerais que os han parecido las caracterizaciones y descripciones (de los lugares, personas, situaciones, etcetera). En todo caso, cualquier otra retroalimentación se agradece!
Capítulo 6: Las ofrendas by Hagane No
Me sostienen de espaldas contra la gruesa
madera, uniendo mis manos y pies alrededor de la misma. Con más fuerza de la
que esperaba, Laura ata mis extremidades a la estaca, suspendiéndome sobre el
suelo por unos 20 centímetros con los resistentes nudos. A ello complementa una
última que pasa por debajo de mis costillas, asegurándome firmemente a mi
prisión.
Definitivamente no quieren que me
desprenda de aquí, sea por accidente o a propósito.
La vulnerabilidad que sentía antes
no se compara en nada con la que experimento en estos momentos. Mi miembro, aun
duro por el erótico espectáculo que se encuentra en desarrollo ante mis ojos,
ahora saluda a una indignada Stephanie, que se ha colocado frente a nuestros
amarrados cuerpos.
– “Alabad con vuestra mirada a
nuestra diosa. Pronto esta procederá a elegir entre sus ofrendas… y castigara a
quienes no se sometieron a su voluntad.” Estas últimas palabras las recita
mientras me mira directamente.
Creo que el mensaje está bastante
claro.
Como puedo, veo a mi lado para
verificar que hacen quienes me han acompañado por esta bizarra travesía. Al
igual que yo hace unos momentos, se encuentran absortos en el bizarro escenario.
Siguiendo sus miradas todos se enfocan en distintas partes de la enorme mujer.
No pudiendo hacer mucho más, yo
también me dedico a observar que hacen mis demás compañeros al cuerpo de esta
giganta. Las estacas se encuentran a unos 15 metros del trono, lo cual me
permite observar la totalidad de la escena.
Algunos de los que subieron las
braceras se encuentran montando un mecanismo de poleas con la ayuda de otros
compañeros que se encuentran en el suelo.
Frente a los divinos pies de la
diosa ha aparecido un gran cuenco (de unos 2 metros de diámetro y 1 metro de
alto) y una sarta de instrumentos. Cuando el sistema de poleas está listo, los
improvisados obreros suben, a cada bracera, unos cuencos más pequeños y un set
de herramientas muy similares, por no decir idénticas.
Cuando todos los que trabajaban en
el mecanismo vuelven a subir las escaleras a ambos lados del enorme asiento,
escucho el llamado del instrumento que, ahora sé, sopla Leo.
Una vez más Stephanie toma escena
central y, tan fuerte como puede, grita:
- “¡Iniciad con la ornamentación!”
Todos los presentes en el trono
empiezan a utilizar aquellos instrumentos sobre las manos y pies de la
gigantesca figura. Me toma un momento darme cuenta de que básicamente le hacen
la manicura y pedicura.
En forma apresurada, y más ordenada
de lo que serían capaces en la vida real, mis compañeros se dedican con gran
esmero en hacer aún más perfectas las uñas de manos y pies. Otros se dedican a
restregar con enormes cepillos de piedra pómez la ya de por si delicada y tersa
piel de sus pies.
Grandes brochas se sumergen en el
contenido de los cuencos, y cubren las limadas uñas con una viscosa sustancia
transparente.
Con brochas de menor tamaño (quizá
sería más apropiado llamarlas pinceles), cuatro compañeros (uno para cada mano
y pie) le dibujan detalles con el mismo mejunje purpura que marca mi pecho.
La giganta exhala un suspiro de
placer, el primer sonido distinto a su respiración normal, y se hunde más
cómodamente en su trono.
Cualquier movimiento de este titán
hace retroceder ligeramente a quienes la atienden, temerosos de ser aplastados
o heridos por sus masivos movimientos; pero más asustados aun de faltar el
respeto alejándose demasiado.
Aquel
sonido me obliga a despegar mis deseosos ojos de sus pies. Cuando levanto la
mirada a su rostro no puedo evitar notar como los enormes ojos que se ocultan
tras la máscara, en apariencia de un azul claro, están dirigidos directamente
hacia mí…
Capítulo 7: Revelación by Hagane No
Author's Notes:
Siento que el tamaño de los capítulos sea tan fluctuante, como podrán haber visto si han leído toda la historia, me gusta terminar cada uno con un pequeño "cliff hanger" o algo que introduzca al siguiente.
La posición, las ataduras y la
enorme belleza frente a mi hacen doler distintas partes de mi cuerpo. Mi
libido, aun insatisfecho, ha mantenido mi miembro tan erecto que lo incomodo de
mi postura parece perder su importancia.
Sin embargo, con mis manos
firmemente atadas, poco puedo hacer para atender lo que mi cuerpo tan
desesperadamente me implora.
Lo realista que es todo me
descolocan un poco. Nunca antes había tenido un sueño tan vivido. Todas las
sensaciones, desde el tacto de las lianas en mis muñecas y tobillos, hasta el
húmedo ambiente selvático o el brillante sol sobre mi rostro; parecen tan
reales que me dejan sin aliento.
La contraposición entre esta
variedad de sensaciones, y lo imposible que resulta el resto de la situación
(desde la giganta sentada frente a mí, hasta la multitud formada por mis
compañeros de clase, todos y cada uno de ellos obedientes de cualquier
instrucción que implique servir a la gigantesca mujer) me remonta a la
confusión que experimente el viernes pasado.
Aquel día también ocurrieron dos
eventos incomprensibles, ambos tan reales como el cereal que comí esa misma
mañana.
El profesor colocó un enorme y rojo
“10” a los ejercicios matemáticos que aparecieron de repente sobre las hojas de
mi cuaderno; y al llegar al salón luego de mi visita al baño, comprobé que
efectivamente habían pasado unos 35 minutos desde mi apresurado escape.
“Pero no tienen comparación.” Me
digo hacia mis adentros.
Aquellos sucesos pueden explicarse
en forma bastante razonable. Quizá lo aburrido de los deberes aritméticos borraron
mi recuerdo de su desarrollo. Cuando abrí las páginas de mi cuaderno
simplemente no esperaba ver las ecuaciones y por ello, en un inicio, no las
encontré.
Luego, es posible que me desmayara
durante mi visita al baño sin saberlo. Después de todo mi aspecto indicaba los
clásicos síntomas de la fiebre, que algunas veces se ven acompañados por
desmayos.
Nada de lo que observo ahora frente
a mi inmóvil cuerpo es posible, no existe explicación razonable.
“Es un sueño. De hecho, es el mejor
sueño de tu vida”. Me digo, a modo de conclusión. La presencia de la giganta,
la belleza de sus atributos, y especialmente de sus pies, me hacen imposible
ver alguna otra cosa más que las maquinaciones de mí pervertida mente.
Mientras daba vueltas a todo esto
en mi cabeza, los dedicados trabajadores que se ocupaban de la giganta parecen
haber concluido sus labores. Los ubicados en las braceras de madera empiezan a
bajar los implementos utilizados para la manicura con las poleas, y una vez
realizado esto, unos pocos desmontan el sistema.
Frente a nosotros, quienes se
ocupaban de los pies también recogen el cuenco y demás herramientas,
depositándolas dentro de la casucha.
Cuando todo esta listo tras
nuestros postes se reúnen todos mis cansados, pero satisfechos, compañeros de
clase. Los marcados quedamos entre la multitud y la diosa.
Stephanie se coloca a unos metros por delante
de nosotros, y enunciando con autoridad exclama:
- “Altísima diosa, por favor acepte nuestras
humildes ofrendas. Ante su divinidad se encuentra siete valientes tributos. Y
marcado con un círculo, el que se atrevió a retar su palabra. Procederemos con
la entrega.”
Tres chicas, Mariana, una chica
morena de baja estatura con un lustroso cabello negro, Luisa, con sus saltones
ojos verdes, y Amanda, una belleza de ascendencia latina con un gran trasero;
se acercan a nosotros con unos cuencos llenos de un polvo rojo. Sin consultar
arrancan las prendas de quienes me acompañan, dejándonos a todos completamente
desnudos.
Con las manos empiezan a cubrir con
los polvos el cuerpo del primer atado. Todos los demás se dedican a observar,
en silencio.
Uno a uno quienes se encuentran a
mi izquierda son bañados en el misterioso polvo.
Cuando llega mi turno, las tres chicas
se paran frente a mí, y sin mediar palabra, se dedican a empolvar mi cuerpo. No
diría que lo hacen en forma brusca, pero tampoco hay nada delicado en sus
movimientos.
Más bien parecen mecánicos, como si
un trio de robots se ocupara de la tarea. Incluso cuando llegan a mis partes
íntimas las frotan y untan con total indiferencia, en trazos rápidos y
precisos.
El contacto de los polvos con el
glande de mi pene produce un incómodo ardor. Siento que estoy a punto de
explotar. El asalto a mi miembro se detiene antes de que suceda nada mas (no sé
si agradecer o maldecir), dejándome aún más desesperado que antes.
Mientras terminan por cubrir mis
piernas, la presencia de sus manos alrededor de mi erecto pene me produce un
dolor en la zona abdominal que me arrebata la respiración. Necesito acabar, el
deseo ha dado paso al delirio.
-“Por favor” les susurro a mis
compañeras sin pensarlo.
Pero estas se contentan con
terminar su trabajo sin si quiera mirarme a la cara, y se retiran para fundirse con la multitud.
Mientras intento mantener la cordura, una placida Stephanie exclama otra
instrucción:
- “Ante su divinidad, hermosa diosa,
disponemos nuestras ofrendas.”
Tras estas breves palabras,
Cristian y Jose salen apresuradamente de la multitud y se dirigen a mi acompañante
en el extremo opuesto de los alineados trozos de madera. Con un gran esfuerzo
sacan la estaca del suelo, a la cual se encuentra firmemente atado Miguel, y
con paso lento pero seguro se encaminan hacia la giganta.
Llegados a
la base del trono, clavan la estaca en medio de los pies de la enmascarada.
Cristian y Jose se retiran hacia atrás con exageradas reverencias, volviendo al
centro.
La presidenta,
a quien no vi subir a la bracera derecha del trono, aclama desde lo alto:
-“Nuestra diosa acepta esta primera ofrenda.
Como símbolo de su divina voluntad y agradecimiento, nos revelara su majestuoso
rostro. Mostraos agradecidos por si quiera estar en su presencia.” Esto último
es tanto un aliento como una orden.
La
multitud, y mis restantes acompañantes exclaman vítores, aplauden e incluso
llego a escuchar algún grito.
Complacida
con esta muestra de reverencia, la gigante mujer levanta los brazos, dirige sus
manos detrás de la cabeza y lentamente deshace el enorme nudo que mantiene en
su lugar la tribal mascara.
Disuelto el
nudo, toma con ambas manos la dramática careta, retirándola poco a poco.
Sostengo el aliento, de hecho creo que todos lo hacemos pues el silencio otra
vez reina en el claro.
Rápidamente,
de un solo movimiento, se quita la totalidad del artefacto para revelar a todos
los presentes sus hermosas facciones.
Ojos de un
azul muy claro, labios lo suficientemente grandes, una nariz pequeña con una
adorable forma de botón en la punta, y un puñado de pecas que parecen iniciar
en el puente de su nariz y se riegan elegantemente sobre sus mejillas.
End Notes:
Espero que les guste el rumbo de la historia!
Capítulo 8: Digno by Hagane No
Mientras todos vuelven a vitorear
esta revelación, mi respiración aun no regresa. Ante mí, con 35 metros de
altura, el atuendo más revelador posible, una expresión placida y sensual en su
rostro se encuentra Julia.
Nunca me he sentido especialmente
atraído por mi compañera. Si bien me resulta imposible negar que sea guapa,
otras chicas han acaparado la atención de mis más íntimos deseos a lo largo de
los años en el instituto.
Entonces lo entiendo.
Claro que estoy soñando. Antes de
caer en aquel extraño letargo los danzantes pies de Julia enfermaban todos mis
pensamientos. Mi cerebro transformo aquellas últimas imágenes en el sueño más
erótico que recuerdo haber experimentado.
Los movimientos de la diosa… digo
de Julia, reclaman mi atención.
Una vez la multitud guarda
silencio, la castaña chica dirige su mirada a Miguel, que se encuentra atado, y
completamente extasiado, a sus pies.
Aun sin pronunciar una sola
palabra, extiende su brazo, se agacha ligeramente para alcanzar, y como si
estuviese arrancando una pequeña brizna de hierba, levanta la enorme estaca por
la base.
Con sus delicados dedos, Julia
sostiene lo que desde aquí abajo pareciera ser un pequeño palillo. Resulta
abrumadoramente surrealista el que uno de mis compañeros de clase, un chico
algo bajo (de unos 163 cm) pero grueso, se halle fuertemente atado al trozo de
madera, probablemente rezando para que sus ataduras resistan y no lo dejen caer
a una muerte casi segura.
La estaca, o más bien el chico
sujeto a ella, tienen toda la vigilancia que ejercen aquellos enormes ojos azules.
Como si lo inspeccionara Julia lo acerca mucho a su rostro, cerrando
ligeramente sus parpados y frunciendo el ceño para ver mejor al pequeño Miguel.
En silencio, termina su examen y
clava el poste en la bracera derecha, a lado de donde sigue parada Stephanie.
–“ ¡No es digno!”, espeta esta última.
Más que su mensajera, la presidenta
parece ser la intérprete de Julia, que no ha pronunciado ninguna palabra aun.
Sin necesitar otra orden, Jose y Cristian desprenden la siguiente estaca de la
húmeda tierra y la cargan a los pies del trono.
El proceso se repite. La gigantesca
chica toma lo que para ella es solo un palillo, examina a la persona atada a
él, y lo coloca con ligereza en su bracera, a lo cual Stephanie grita:
“ ¡No es digno!”
Así sucede con 3 de nosotros
(Miguel, Adrián y Lazlo). Es el turno de Andrew, y por algún motivo me pongo
nervioso a pesar de que los “no dignos” parecen estar intactos al lado de
Julia.
¿Qué sucede con los que si son “dignos”?
La gigantesca mujer aun no revela
sus intenciones, pues mi amigo tampoco lo es, y ya a los pies de Julia se
encuentra la siguiente ofrenda representada por Steven.
Cuando solo quedamos Dani y yo,
ninguna de las ofrendas han sido dignas. Veo como Cristian y Jose retiran a mi
amigo y lo llevan a la masiva sombra que ahora proyecta el trono.
Deben haber pasado cerca de dos
horas desde que desperté. El sol, siguiendo su trayectoria usual, se posiciona
detrás del monolítico asiento.
Durante este pequeño periodo mis
pensamientos y emociones se diluyen en confusión, temor, dolor, admiración…
pero por sobre todo, excitación. Desde que se me ato al trozo de madera que
ahora me sostiene, mi pene ha estado tan erecto que empieza a doler.
No puedo evitarlo, el más simple
movimiento de Julia, su revelador atuendo, la forma en que los perfectos dedos
de sus pies tamborilean distraídamente el suelo… todo ello envía renovadas olas
de placer por mi espalda, y más frustración a mi ignorado miembro.
Pero hay algo más. Su actitud hacia
nosotros.
Es evidente que nos considera seres
inferiores, con los cuales no deben desperdiciarse gloriosas palabras; los
cuales no merecen ser vistos a la cara más que para ser inspeccionados de
cerca, a escasos metros (que para ella deben ser unos pocos centímetros) de sus
enormes y enjuiciadores ojos.
La enorme mano se dirige a la estaca
que sostiene a mi alto y fornido amigo. Ver como Daniel, que en la vida real
saca al menos dos cabezas a la pequeña Julia, ahora se encuentra desnudo, atado
e indefenso ante la toda poderosa voluntad de nuestra compañera de clase
resulta hipnotizante.
Nunca me he sentido particularmente
atraído por el BDSM, la dominación, o ese tipo de parafilias; pero por alguna
razón todo este despliegue me ha resultado increíblemente erótico, y mi incansable miembro
hace prueba de ello.
Debo cerrar los ojos, dejar de ver
esta espectacular escena antes de que pierda la cordura. Con los ojos
apretados, y la cabeza hacia el suelo, escucho a Stephanie pronunciar unas
palabras hasta ahora extrañas:
-“Queridos siervos, ¡la ofrenda es digna!”.
Gritos y vítores a mis espaldas. Levanto
la cabeza para observar que significa esto para mi amigo.
La titán aun sostiene la estaca de
Dani, lentamente lo baja de la altura de sus ojos hasta tenerlo cerca de sus
suculentos labios; labios que se parten para revelar una adorable lengua color
rosa.
Imitando a una enorme serpiente, el
órgano se acerca a la forma de Dani y, como si fuese un caramelo, empieza a
lamerlo. Poco a poco (a largos y húmedos lengüetazos) retira el polvo que cubre
el pequeño cuerpo de su siervo.
Lo que en
un principio parecen ser gritos de dolor, o al menos de un profundo miedo, pronto
desvelan ser gemidos de auténtico placer. Mi pobre amigo es fácilmente
subyugado y sometido por el enorme órgano rosa.
Gritos de
puro éxtasis, que parecen formarse en lo más profundo de su ser, suben
rápidamente por su garganta y escapan su boca.
Por primera
vez Julia pierde aquel aire de absoluta superioridad, y se dedica a introducir
su desocupada mano izquierda por dentro de la falda de hojas. Mi mente ni
siquiera puede comprender lo que está sucediendo.
Me pierdo
en los apenas audibles gritos de mi amigo, y los más poderosos gemidos de placer
que emite la giganta. Mis manos, desesperadas, intentan liberarse de las
gruesas lianas que las hacen prisioneras.
Mi pene
reclama ser tocado.
Pero me
imposible, no puedo hacer más que quedarme boquiabierto mientras la adorable (pero
imponente) Julia se masturba, sin ningún tipo de consideración a mi precaria
situación.
Sin previo
aviso aparta a Dani de su boca y pronuncia, o más bien susurra, sus primeras
palabras:
“Aun no, esclavo.”
Cada acción
de mi compañera me hace descubrir un nuevo estado de excitación. El desdichado Daniel
pasa del éxtasis a la desesperación, a la súplica. Pero el siervo no puede
acabar antes que su diosa, y es que esta aún se encuentra enfrascada en
introducir y sacar varios dedos de su vagina.
Intentando
no mover con demasiada violencia al diminuto chico en su mano derecha, el
cuerpo de mi gigantesca compañera se contorsiona por el placer. Sus piernas se
apartan ligeramente y se ponen rígidas. Los magníficos dedos de sus pies se flexionan
y hacen aparecer en la lisa piel de sus plantas varias decenas de arrugas y
pliegues. Su cuerpo sufre espasmos, la respiración se torna cada vez más
rápida…
Julia
acelera el paso de sus tocamientos, y en dos o tres minutos un estruendoso
chillido que sale de su enorme boca nos hace saber que logró su cometido. Su rostro
esta sudoroso, su pelo ya no es perfectamente liso, sino que está algo húmedo y
ligeramente desalineado.
Después de
jadear por unos segundo mira el palillo que aun sostiene delicadamente en sus
dedos. Con cierta malicia y una sensual sonrisa en sus labios, pronuncia su
segunda orden:
“Ahora.”
Sin
tocarlo, o acercarlo a su boca; manteniéndolo a lo que para él deben ser varios
metros de distancia de su rostro, veo como mi amigo es preso de los espasmos de
una potente eyaculación.
Cuando
termina (en todo los sentidos) Dani está totalmente derrotado, pendiendo de sus
ataduras sin ninguna fuerza en el cuerpo.
End Notes:
Nunca había escrito nada tan explícito. Espero que sea del agrado de quienes disfrutan de estas historias.
Capítulo 9: Tortura by Hagane No
Envidia.
Es el único sentimiento que tengo
para con mí jadeante amigo. La frustración sexual que he experimentado en los
últimos minutos me ha hecho rabiar, estoy furioso. Pero ¿con quién?
Con el imaginario y desnudo Daniel;
o con la gigantesca Julia, cuya existencia es aún más inverosímil. Quizá con
Stephanie, pues ella me ato a esta estaca. Por supuesto todo ello carece de
sentido.
Ni si quiera me doy cuenta de que
Cristian y Jose están a mi lado y empiezan a trabajar en desprender mi prisión.
Como a los demás, me cargan sobre
los hombros hasta los pies de Julia. Cuando llegan proceden a clavar, con gran
precisión, el enorme trozo de madera en el lugar por el cual ya pasaron siete
de mis compañeros.
Julia me mira con curiosidad,
apacible y somnolienta, probablemente producto del orgasmo recién disfrutado.
Stephanie interrumpe el encuentro de nuestros ojos proclamando:
- “Por último, presentamos ante su
divinidad al traidor que desobedeció su voluntad. ¿Cómo desea castigarlo, mi
diosa?”.
Una pícara sonrisa se dibuja en su
cara.
- “Atadlo.”
Es todo lo que dice mi gigantesca
compañera. ¿Atarme? Creo que eso ya sucedió hace bastante tiempo. Una burlesca
Laura se aproxima por mi derecha, con una fina liana entre los dedos.
Sin previo aviso, con gran rapidez
y precisión, amarra la suave planta alrededor de mi erecto pene; para ser preciso,
lo ata justo debajo del glande.
Sé lo que hizo, y la fuerza con que
aprieta el nudo (lo suficiente para detener ligeramente el flujo sanguíneo,
pero no lo suficiente para hacerme mucho daño) me lo confirma. A las renovadas
olas de excitación causadas por el roce a mis partes íntimas, se une un
ardiente dolor en donde se encuentra este nuevo amarre.
Satisfecha con su trabajo, Laura se
retira por donde vino. Miro a mi exhausto miembro, ahora totalmente incapaz de
eyacular por más estimulación que se le dé.
Unos dedos, cada uno del grueso de
un tronco, aparecen frente a mí. Las uñas, perfectamente limadas, reflejan la
luz del sol. Las puntas del índice, el dedo del medio y el pulgar toman la base
de mi estaca (y con ella parte de mis piernas) y como si pesara un par de
gramos, la arrancan de la tierra.
A una velocidad vertiginosa
asciendo hasta quedar suspendido ante la lujuriosa mirada de Julia. Sus enormes
ojos azules inspeccionan mi cansado cuerpo (que no es particularmente
atlético), luego se concentran específicamente en mi aun (dolorosamente) erecto
pene, y por último en la labor realizada por Laura hace un momento.
Aunque no puedo verlo bien, creo
que esto último arranca otra sonrisa de sus labios.
Lo único que cabe en mi visión es
el enorme rostro de mi compañera. Inspecciono sus facciones, que a pesar de su
tamaño mantienen su fina delicadeza. La totalidad de su cabeza es al menos dos
o tres veces mi tamaño. Los dedos que aun sostienen la parte baja de mis
piernas son suaves, aunque los noto un poco húmedos por la transpiración.
Solo puedo concentrarme en uno de
sus ojos a la vez, debido a la cercanía y magnitud. Esperando a que haga lo que
desee con mi cuerpo, la miro a su ojo derecho. Su pupila está directamente
dirigida a mi rostro. Noto como la tardanza en su siguiente acción es producto
de una profunda meditación.
¿Qué hará conmigo?
Luego de lo que parece ser una
eternidad, y sin decir nada más, la desocupada mano izquierda (que huele
fuertemente a sus fluidos vaginales) se aproxima a mí. El índice, con cierta
indecisión, se acerca a mi pene y lo empieza a tocar.
Hacia arriba, hacia abajo, lo
aprieta contra mi abdomen y lo suelta; sin ninguna clemencia la yema de su dedo
masajea mi palpitante pene. Con la uña frota delicadamente desde los testículos
hasta el glande, una y otra vez.
Si lo de antes podía ser
considerado tortura, no sé qué nombre dar lo que experimento en estos momentos.
La sensación que antecede a la eyaculación, la cual empieza desde la pelvis y
viaja lentamente hasta la cabeza del pene, se detiene en aquella maldita
atadura realizada por Laura.
Por minutos soy presa de las
asombrosas caricias de Julia, y aparejado con ello, del dolor que produce no
poder expulsar el semen de mis ahora sensibles testículos.
El asalto sobre mi miembro se
detiene, y como si pudiese leerme la mente, pasa a acariciar con el mismo dedo
mis dos huevos. Empiezo a gritar, gemidos de placer se confunden con gritos
dolor, suplicas y ruegos; todos dirigidos a lo oídos sordos de mi torturadora.
Esto debe ser una pesadilla.
Si las sensaciones experimentadas
abajo, fuera del alcance de esta vil criatura con la apariencia de Julia, eran
hasta cierto punto disfrutables; lo que vivo ahora me hace pensar que morí y
termine en el infierno por hacer caso a todas mis perversiones.
Esta no es una diosa, es un demonio
despiadado.
Mi tortura debe tardar menos de
cinco minutos; para mí ha sido interminable. La giganta me aleja de su cuerpo y
puedo comprobar que en su rostro efectivamente hay una sonrisa.
Aunque odio todo lo que me ha
hecho, estoy más excitado que nunca. Mi pene pulsa, dispuesto a explotar en
cuanto se libere la prisión a la cual está sometido. Mis testículos quedaron
tan sensibles luego del cruel ataque, que el mero rozamiento con mi entrepierna
me envía escalofríos por la espalda.
Satisfecha con mi suplicio, Julia
me lleva frente a su boca, la abre y me coloca, con todo y estaca, sobre su
suave lengua.
Gruesas gotas e hilos de saliva
acusan una salivación excesiva y revelan que disfruta mi presencia dentro de su
boca. La superficie de su lengua no es completamente lisa. Su gran tamaño me
permite distinguir cada una de las papilas.
Con el órgano rosado en el que
yazco, se dedica a romper fácilmente mis ataduras al trozo de madera que me mantenía
captivo. Un par de dedos se introducen a su boca y toman la ahora mojada
estaca, dejándome en absoluta soledad.
Procede a sacarla, y por los apenas
audibles gritos y vítores de mis otros compañeros, supongo la muestra sin mí en
ella. La enorme apertura de su boca, que me permite vislumbrar brevemente sus rectos
dientes, empieza a cerrarse, dejándome en penumbra.
El ambiente es húmedo, el olor no
es malo, de hecho huele ligeramente a chicle de menta. Mientras estoy sobre su
lengua, inmovilizado por el terror, me doy cuenta de que mis manos por fin son
libres.
El miedo que siento no me impide
buscar el nudo que ahorca mi glande, para dar fin a esta tortura. A pesar su
gran tamaño, no hay espacio suficiente dentro de la boca para ponerse en pie.
Como puedo me hinco sobre la
irregular superficie rosa. Los pocos segundos que tardo en encontrar y deshacer
el intrincado nudo se me hacen eternos. En cuanto quito la odiosa liana, mi
mano derecha, como mandándose sola, empieza a acariciar y jalar de mi adolorido
pene (la saliva que impregna todo mi cuerpo es un excelente lubricante).
De rodillas, encorvado, en completa
oscuridad y con el regular sonido de la respiración de este magnífico ser me
masturbo furiosamente. No puedo aguantar mucho, el orgasmo que se ha trabajado
por horas me produce violentos espasmos. Mi semilla se funde con la viscosa
saliva, tornándose indistinguible de aquella.
El alivio
que siento es indescriptible. Toda la presión acumulada en mi pelvis se libera,
y la breve claridad luego de la eyaculación me permite meditar sobre toda esta
experiencia. En este momento me encuentro tendido en la suave y gigantesca
lengua de Julia, que no se ha movido desde que cerró sus labios.
Del paladar
se desprenden viscosas gotas de saliva que me salpican el rostro y el abdomen.
Toco mi pelo, también empapado, y analizo la textura de este cuasi líquido. Es
espesa, pero no del todo desagradable. Se siente tan real…
En cuanto
me invaden las dudas existenciales, Julia se pone de nuevo en acción. Desde lo
profundo de su garganta escucho como sube un gemido, que obliga a sus labios a
partirse para dejarlo escapar. ¿Se estaba tocando conmigo dentro de su boca?
No lo sé, y
nunca lo sabré, pues lo siguiente que sucede es que su lengua se levanta
ligeramente, una fluida moción la retrae hacia atrás, y los músculos de su
garganta me tragan completo.
End Notes:
¿Estará condenado Ed a morir en el estomago de la enorme Julia? ¿Qué es real, y qué no?
Capítulo 10: Las llaves by Hagane No
Cierro los ojos mientras los
poderosos músculos en la garganta de Julia me succionan hacia sus adentros. Y
entonces…
Nada…
La presión alrededor de mi cuerpo
desaparece. Cuando abro los ojos solo encuentro la mesa de mi pupitre, con el
libro aun cerrado.
Observo mis alrededores. Todos mis
compañeros de clase, vestidos con el soso uniforme que manda el reglamento,
guardan los útiles en sus respectivas mochilas.
El sonido de la campana indica que
son las 3:00 de la tarde, el final de la clase. Las personas a mí alrededor se
levantan de sus lugares, se estiran y conversan perezosamente mientras caminan
hacia la salida del aula; yo me quedo sentado.
La cabeza me da vueltas y de nuevo
me produce un punzante dolor. Dormí las dos horas de clase sin que nadie me
dijese nada.
Por un lado estoy agradecido, pues
el delicioso sueño llego a una conclusión satisfactoria. Por el otro me
preocupa lo que pueda decirme el profesor, que aún se encuentra en su
escritorio, digitando algo en la portátil.
Es imposible que no me haya visto dormir, sin levantarme o
moverme durante todo el transcurso de la lección. Aplazando lo más que puedo el
inevitable encuentro, meto mis cosas en la mochila lentamente.
Veo que mi cuaderno se encuentra
debajo del libro. En algún momento Julia debe haberlo depositado allí, sin
despertarme. Julia… Su enorme y semi-desnuda figura se introduce en mi mente.
Levanta la atención de mis partes bajas.
Avergonzado me agacho un momento, como si no
encontrase algo dentro de mi mochila, mientras intento hacer que la erección
desaparezca. Un par de segundos bastan para poner bajo control mi virilidad.
Cierro la cremallera, tomo la
mochila de una de sus cintas y me dispongo a cogerla cuando unos familiares
mocasines negros aparecen frente a ella.
Procurando actuar con naturalidad, levanto
mi mirada hasta encontrarme con esos ojos azules. La imagen de Julia me
sobresalta un poco. Verla con su estatura normal, extrañamente, me
desconcierta. Sacudo la cabeza para concentrarme, pero no soy capaz de sacar
ninguna palabra de mi boca.
-“Gracias por prestarme tu
cuaderno. Me salvaste la vida.” A las palabras de Julia las acompaña su
adorable sonrisa.
-“No hay de qué. Era mi turno de
ser el responsable, para variar.” Logro contestar. Mi intento de broma no
oculta que me tiembla un poco la voz.
Caigo en cuenta de que estoy aterrado
de esta pequeña chica. No puedo quitarme de la cabeza las imágenes de mi sueño.
Aun con su tamaño normal, Julia ejerce esa presencia opresiva que tenía sentada
en el enorme trono.
Trago saliva. Solo quedamos ella y
yo en el salón. Bueno y el profesor, el cual no nos presta ninguna atención
mientras sigue presionando teclas.
Por unos segundos demasiado largos
ninguno de los dos dice nada. Instintivamente me froto la sien, pues desde que
desperté el dolor no ha desaparecido. Julia abre la boca para decir algo, pero
como yo hace unos instantes, parece incapaz de expulsar las palabras.
-“Bueno, tengo que irme.” Mi
palpitante cráneo me exige que vaya a casa para descansar.
-“Vives cerca del centro ¿cierto?”.
- “Si, a unos 20 minutos del
colegio. Caminando, claro.” Me prendo la mochila al hombro con la intención de
salir de aquí lo antes posible.
-“Tengo que ir a comprar unas cosas
al centro comercial. ¿Te importa si caminamos juntos?”
Claro que me importa. Por alguna
razón creo que el dolor de cabeza se encuentra directamente ligado a la
presencia de Julia. Sin embargo resultaría casi injusto decirle que no, después
de todo ¿Qué culpa tiene esta chica de las perversas maquinaciones de mi mente?
La avenida que lleva a mi hogar
efectivamente conecta con el centro. De hecho, creo que es la única ruta
razonable desde el colegio.
“Por supuesto que no, vamos.”
Con un simple “Adiós” nos
despedimos del profesor al salir del salón. Me sorprende que no haya dicho nada
sobre mi descarada siesta. Quizá es más comprensivo de lo que pensaba; o quizá
ni siquiera notó que estuve recostado sobre mi escritorio por casi 2
horas.
Sea como fuere, no estoy para nada
contento con migo mismo.
Perder la lección significa que
tendré que terminar todos los ejercicios de esta tarde en mi hogar, sin acceso
a la ayuda del profesor o de Julia. De reojo veo a la castaña que camina a mi
lado. De pie apenas alcanza la altura de mi barbilla.
Hemos caminado por al menos 5
minutos sin decir ni una sola palabra. El incómodo silencio es casi tan
doloroso como los crónicos pinchazos en la sien.
-“¿Haz estudiado algo para los
exámenes de la otra semana?” La pregunta de Julia por fin rompe el silencio.
Supongo que la incomodidad también la estaba matando por dentro.
-“No mucho. He estado leyendo mis
anotaciones de historia y biología, pero la única asignatura que me preocupa
realmente es matemáticas.” En realidad los apuntes de historia me traen sin
cuidado, y no encuentro el cuaderno de biología desde hace un par de semanas…
Nos enfrascamos en una charla que no
se sale de temas relacionados al colegio. Nuestra opinión sobre las diversas
asignaturas, sobre los profesores que las imparten, e incluso algún que otro
chisme alrededor de la vida de nuestros compañeros.
Encuentro que Julia es, de hecho,
bastante agradable y graciosa. Nunca antes habíamos hablado por tanto tiempo y
su vibrante personalidad sale a relucir incluso en la insulsa conversación que
soy capaz de sostener.
Llegamos a la intersección que
divide la calle de mi casa, y la ruta que sigue al centro. Es el momento de
despedirnos. Cuando me inclino para besar su mejilla, las llaves que llevo en
la mano caen al suelo, a los pies de mi acompañante.
Julia se agacha rápidamente para
recogerlas y devolvérmelas.
Cuando me
ofrece el conjunto de llaves, sosteniéndolas con el índice y pulgar de su mano
derecha, no puedo evitar notar la forma, el brillo y los pequeños detalles
purpuras de sus uñas…
End Notes:
Otro cliffhanger más. Déjenme sus opiniones en el apartado de reviews, como siempre digo cualquier retroalimentación es bienvenida y se agradece enormemente.
Capítulo 11: Ejercicios by Hagane No
Hipnotizado, con la boca
ligeramente abierta, me quedo estático con la mirada clavada en los dedos de
Julia. Cuando pasan cinco segundos y aún no he tomado las llaves de su mano, la
castaña chica las sacude ligeramente y me pregunta, alarmada:
-“¿Qué te sucede? ¿Estás bien?”
Esto me devuelve a la realidad.
Ofrezco mi palma para que deposite las llaves en ella. Con cautela me devuelve
mis pertenencias, y aun confundida por mi falta de respuesta se despide.
-“Esto… adiós...”. Se da la vuelta
y sigue su camino por la vía principal.
Debe creer que estoy loco.
Probablemente tenga razón. Aun mudo me meto por la intersección y camino el par
de cuadras que me faltan para llegar a mi hogar. Introduzco la llave en la
puerta principal. Mientras giro el fino instrumento mis pensamientos empiezan a
ordenarse.
Los detalles purpuras en las uñas
de Julia eran exactamente los mismos que mis cuasi-desnudos compañeros
hicieron, con sus pequeños instrumentos, en los dígitos de la enorme chica de
mis sueños. ¿Cómo es posible?
Quizá ya había visto aquellas
insignificantes florituras en los dedos de Julia, y mi subconsciente las
introdujo a mi ridícula fantasía. Estrujo mi cerebro para intentar recordar si
efectivamente había visto tan minúsculos detalles. La búsqueda es infructuosa.
Como el instinto humano parece
dictar, ignoro aquello que no logro comprender.
Mientras caliento el almuerzo, me
dedico a sacar de la mochila mis útiles de matemáticas. Es mejor que empiece a
trabajar en los ejercicios si quiero tenerlos listos para el viernes. Saco el
arroz con pechuga de pollo y patatas cocidas del microondas.
Con los libros debajo del brazo derecho,
y la comida en la mano izquierda, marcho hacia mi habitación.
El modesto cuarto, con una cama
individual, un escritorio en cuya superficie hay una portátil y una consola de
videojuegos. Un pequeño librero con la variada literatura que he devorado a lo
largo de mi vida, y un ropero inserto en la esquina más alejada de la puerta
es, sin lugar a duda, mi zona de confort.
Mientras como, abro distraídamente
el libro en cuya portada se lee “Pre cálculo para 12° año.” Hoy debía haber
resuelto los contenidos del capítulo 7.
Lo encuentro en la página 113, titulada
“Introducción a la factorización y racionalización”. El texto tan solo dedica
cuatro páginas a este segmento. Las primeras tres exponen la teoría y la cuarta
contiene apenas cinco ejercicios relacionados con la materia. Genial, podría hacerlos
todos hoy mismo si me apresuro. Devoro el sustancioso alimento tan rápido como
puedo.
Mientras lavo los platos y
cubiertos que acabo de utilizar, imágenes de Julia en su aburrido uniforme y luego
en su revelador atuendo de hojas invaden mis pensamientos. Parece que cada vez
que piso el salón de la clase de matemáticas se producen nuevos eventos
inexplicables. Y curiosamente todos se encuentran, en una u otra forma, ligados
a la chica que se sienta en el pupitre de enfrente.
Le he dado tantas vueltas a estos
misteriosos sucesos que ya no distingo qué he presenciado realmente, y qué ha
sido mera creación de mi embotado cerebro. Como el viernes, no me queda más
remedio que intentar apartar los confusos recuerdos, en especial si de verdad
pretendo terminar todos los deberes antes de irme a dormir.
Dispuesto a no levantarme del
escritorio hasta resolver los cinco ejercicios matemáticos que me aguardan,
abro el cuaderno en el cual plasmare su desarrollo. Me detengo en la página
rotulada “Viernes 12 de octubre… Capítulo 6…”. Como era de esperarse las
respuestas siguen allí, los trazos inconfundiblemente míos; y sobre ellas el
rojo “10” que representa la nota asignada por el profesor.
Nada me prepara para lo que
encuentro a continuación:
“Martes 16
de octubre… Capítulo 7…”. Los trazos inconfundiblemente míos.
End Notes:
Otro capítulo lento para intentar dar profundidad y desarrollo a la historia. De todas formas espero que lo disfruten. El capitulo siguiente tampoco tiene contenido GTS.
Capítulo 12: Enfermo by Hagane No
Author's Notes:
Revisando la historia noté que había omitido publicar uno de los capítulos. Como los anteriores es bastante lento y no tiene contenido GTS, pero profundiza un poco a los personajes principales (o al menos esa es la intención).
Tomo el cuaderno, lo inspecciono
por todos los lados. Le doy vueltas, reviso todas y cada una de las paginas,
incluso las aún vacías. Sigo con mi dedo, tocando delicadamente el papel, los
números y letras que encuentro.
La tinta no se inmuta y el grafito
me mancha ligeramente la punta del índice. ¿Cómo? ¿Cómo? ¿Cómo?
La perspectiva de no tener que
hacer nada relacionado a las matemáticas por el resto de la tarde debería
hacerme feliz. Pero la felicidad no tiene ninguna cabida en mi cuerpo, dentro
del cual reina el pánico.
Ya no tengo dudas, me estoy
volviendo loco.
¿Es posible que haya desarrollado
algún tipo de alzhéimer, o un padecimiento similar, a tan corta edad? ¿Por qué
no tengo ningún recuerdo de haber escrito nada de lo que tengo delante?
Con la cara entre las manos,
frotando mis ojos, frente y cabello, pido explicaciones al cosmos o cualquier
otro ser superior que desee escucharme. Sobre la clase de matemáticas de esta
tarde los únicos recuerdos que tengo son los de sacar mis útiles, recostarme
sobre el libro, y despertarme aproximadamente dos horas después, momentos antes
de que sonara la campana.
Por supuesto descarto todo lo
sucedido en presencia de la gigantesca Julia como un sueño o una alucinación.
Pero si aquellas bizarras imágenes
transcurrieron mientras dormía… ¿En qué momento empuñe lapicera y lápiz,
dibujando e ideando las respuestas a los enunciados del estúpido capítulo 7? Me
siento mareado. Debo correr al baño, pues el mareo se ha convertido en unas
desagradables nauseas que me hacen expulsar el almuerzo.
Mi madre me escucha vomitar. Me da
un vaso de agua, un medicamento y me ordena acostarme, a pesar de que tan solo
sean las 7 de la noche. Mientras me lavo el asqueroso sabor de la boca, mamá
prepara mi cama y guarda las cosas del colegio en la raída mochila que conservo
desde el séptimo grado.
Cuando entro a mi habitación me voy
directo a la cama.
Desganado me tiro las cobijas
encima, aunque mi madre insiste en arroparme bien. El beso que me da en la
frente para despedirse, como si aún fuese un niño, parece tener efectos
somníferos pues me quedo dormido de inmediato.
El sonido de mi alarma matutina me
dice que es hora de levantarse e ir al colegio. La noche transcurrió sin ningún
tipo de sueño.
En verdad ya no me siento mal,
aunque mi madre insiste con que me quede en casa luego de comprobar la
temperatura de mi frente con el dorso de su mano. Como estas oportunidades rara
vez se presentan, decido hacer caso a la cariñosa recomendación. Me acurruco de
nuevo en las tibias cobijas, la fresca almohada recibe mi pesada cabeza, y en
un instante me vuelvo a quedar profundamente dormido.
Al día siguiente ya no hay excusa
que valga.
La rutina de la mañana transcurre
sin ningún inconveniente. Veo mi colegio desde lo lejos, aun a unas cuadras de
llegar. Siento como una sensación de vacío se forma en la boca de mi estómago.
Ayer tuve una idea para intentar descifrar las partes de mi día martes que no
logro recordar.
En verdad es muy simple: le
preguntare a mis compañeros si me vieron durante la clase, y más importante aún,
si en verdad estaba dormido, recostado sobre el libro.
Ni Dani, ni Andy, ni siquiera Leo,
que se sienta a tan solo a dos pupitres de distancia en la clase de
matemáticas, recuerdan haberme visto el martes por la tarde. O si lo hicieron,
nada llamo lo suficiente su atención como para hacerlo particularmente
memorable
-“Si te hubiese visto dormir a
vista y paciencia de Lawrence (el nombre de nuestro profesor) me habría partido
el culo. Además ¿en verdad crees haber sobado las dos horas de clase sin que se
diera cuenta? He estado cerca de ti cuando duermes, roncas como un puto
hipopótamo.”
Las risas de mis otros amigos
parecen avalar las palabras de Leonardo.
Durante el transcurso del día
decido hacer las mismas preguntas a mis otros compañeros. Ninguno recuerda
haberme prestado la suficiente atención como para darme detalles. Otros, con
cierta inseguridad y muchos “creos” intercalados, afirman que no hacía nada
fuera de lo usual, simplemente trabajando en mi cuaderno.
Esto último me descoloca por
completo.
Todavía queda una persona a la cual
no le he preguntado. En parte por el miedo de lo que me pueda revelar sobre mi
estado mental; y en parte porque durante mi última interacción con ella quede
como un auténtico psicópata. De todos modos, a la hora del almuerzo, decido
seguir fuera de la clase de Historia a Julia.
“¡Hola!” Le digo mientras me acerco
al banquillo en que está sentada, buscando algo dentro de su mochila.
“Oh, hola…”Me responde, algo
sobresaltada, dirigiendo sus ojos hacia mí.
“Siento haberte asustado… también
siento la forma en que me comporte el martes a la salida, fue porque estaba un
poco enfermo. De hecho no vine ayer porque aún tenía bastante temperatura.”
Añado, quizá demasiado deprisa, como si estuviese desesperado por excusarme.
A decir verdad, desde mi sueño del
martes Julia me pone inexplicablemente nervioso. Quizá mi subconsciente aun no
logra distinguir aquellas vividas imágenes de la chica real que ahora se
encuentra sentada frente a mí, con las piernas cruzadas y la cabeza levemente
inclinada hacia arriba para poder corresponderme la mirada.
“No hay nada por lo que
disculparse.” Me dice, agitando la mano para restarle importancia. “¿Ya te
sientes mejor?”.
-“Si, mucho mejor. Gracias por
preguntar.”
Mientras Julia me ofrece una cálida
sonrisa a modo de contestación, me preparo mentalmente para escuchar lo que
esta hermosa chica pueda decirme sobre las interrogantes que me carcomen desde
hace días.
“Oye, puede que esto suene extraño…”
vaya forma de empezar “…pero ¿recuerdas si me quedé dormido en la clase de
Lawrence del martes?”
La expresión de Julia ahora es
cautelosa, pero no presenta rastros de confusión, como cabría esperar.
-“¿Dormido?” repite, más para sí
misma que para mí. “Umm… no lo creo. Recuerdo que bromeaste sobre cómo no
podías trabajar en la nueva asignatura porque “alguien” tenía tu cuaderno.
Cuando termine de comparar nuestras respuestas…” hace un ademan de comillas
cuando dice comparar. ”… lo puse sobre tu mesa actuando como si estuviese
enfadada. Creo que después de eso ambos nos dedicamos a terminar los ejercicios
del día sin decir mucho más.”
El interior de mi boca se siente
inusualmente seco. Nada de lo que me acaba de decir tiene sentido.
Al menos no para mí.
Su expresión ahora denota cierta
concentración, como si intentase descifrar lo que pienso. ¿Acaso no me está
diciendo la verdad? Confiando en mis
pobres dotes actorales pretendo mentirle en su hermosa cara.
-“Tienes toda la razón, ahora lo
recuerdo.” Para no dejar mi pregunta inicial en el aire, agrego. “Seguramente
me dormí cuando terminaba el ejercicio número tres. Vaya que la factorización
es aburrida.” Espero que mi torpe intento de broma logre apañar la poco
convincente actuación.
Aun escudriña mi rostro con sus vibrantes
ojos azules. Antes de que me ponga más nervioso, ajusto mi mochila y con la
intención de irme lo antes posible me despido.
-“Bueno, iré a comer antes de que
se acabe el receso. Nos vemos después.” Me dispongo a darme la vuelta para caminar
hacia la mesa que ocupa mi grupo de amigos cuando…
-“¡Espera! Otra vez tengo que ir
por unas cosas al centro de la ciudad. No me importaría tener algo de compañía para
el trayecto.”
Ahora
es ella la que no se ha tragado mi intento de engaño.
Capítulo 13: Indecisión by Hagane No
Author's Notes:
Este es el ultimo capitulo que había avanzado desde hace varios meses antes de atreverme a publicar la historia. También es el ultimo capitulo sin ningún tipo de contenido GTS. Espero que al menos os estén gustando los personajes y el "misterio".
2:55 p.m.
Por enésima vez reviso mi reloj de
pulsera. Faltan 5 minutos para que suene la campana que señala el fin de otro
intragable día lectivo. La señorita Vega, profesora de artes, aun expone el
tedioso tema de la arquitectura barroca.
Empiezo a escuchar los murmullos de
mis compañeros, acompañados de cremalleras abriéndose y cerrándose. No me
equivoco si digo que todos se mueren por salir de aquí lo antes posible.
Sin embargo no me invade la misma
emoción que al resto de la clase. Quede con Julia para vernos a la salida y
caminar el trayecto que conecta el colegio con el abarrotado centro de la
ciudad. La perspectiva de estar a solas con aquella hermosa chica, su aparente
interés e insistencia en acercarse a mí, debería emocionarme enormemente.
Pero no es así. Todo lo contrario…
A pesar de no resultar del todo
lógico, mi subconsciente ha logrado
crear en mí la firme creencia de que Julia se encuentra directamente ligada
con los extraños sucesos que he sufrido estas dos últimas semanas. Con ella y
con la clase de matemáticas.
En apoyo a mis conclusiones, he de
decir que nada fuera de lo común ha sucedido el resto de las lecciones. No me
ha invadido ningún sueño irresistible, el dolor de cabeza también se ha
mantenido al margen desde el martes y no he sufrido más preocupantes lapsos de
memoria. No es solo mi mente la que tiene estas sospechas, por alguna razón una
“corazonada” me intima a la misma deducción…
El estruendoso sonido de la campana
me saca de mis pensamientos. Mientras guardo el cuaderno (sobre el cual solo me
digne a anotar la fecha) en mi mochila, Dani se me acerca por detrás y me toma
por los hombros; a lo cual respondo con un fuerte respingo.
-“Oye tranquilo ¿Qué te tiene tan
nervioso?”
-“Para serte sincero, no tengo ni
idea”. Aunque es uno mis mejores amigos, preferiría morir antes de confesarle a
alguien todo lo que he pensado y experimentado durante estos días.
-“Vale… ¿Te vienes con nosotros a
casa de Leo?”
-“No puedo, quede con Julia para
acompañarla a la salida”. En cuanto esas palabras salen de mi boca empiezo a
arrepentirme.
Con una sonrisa en parte burlona y
en parte picara Dani me propina un codazo en el pecho.
–“Así que ya no tienes tiempo para
nosotros por andar con una chica ¿eh? Ya decía yo que eso de que ambos se
enfermaran por un solo día y regresaran hoy al colegio como si nada no era
ninguna casualidad…”
-“¿Julia faltó ayer?” pregunto sin
pensarlo.
“Ya ves. Una chica de noveno que os vio juntos
el martes a la salida juraba que vio como entrabais en un lujoso motel del
centro.”
-“¡Bah! Nada de eso, solo la
acompañe porque ambos teníamos que seguir la misma ruta. En cuanto llegue a la
intersección de mi casa me dirigí allí directamente.”
-“No te enojes hombre, solo te
estaba molestando. Aunque si fuese tu no perdería la oportunidad de intentar
ligarme a ese bombón. Claro, con tu cara eso puede resultar algo difícil…”
Esta vez soy yo quien le da un
puñetazo en el pecho.
–“Me las piro.”
Tomo mis cosas y me apresuro hacia
la salida.
-“No te rayes, solo era otro
chiste. Pero recuerda ¡bros before hoes!”
Esto último lo grita, y llego a escuchar una forzada risotada.
Ignoro a mi amigo.
Ni siquiera sé por qué estoy
molesto. No es raro que bromeemos así en nuestro grupo; en verdad Daniel no
dijo nada particularmente ofensivo. Supongo que los eventos de esta semana me
han vuelto un tanto irritable.
Camino hacia la salida sur de la
institución, la única que conecta con mi ruta usual a casa.
-“¡Ed! ¡Espérame!”
Esta vez me llama una voz femenina.
El encuentro con Dani me hizo olvidar el porqué de mi nerviosismo inicial. Me
giro sobre los talones para ver a la pequeña Julia trotando (adorablemente)
hacia mí.
-“¿Pensabas irte sin mí? ¿Qué ya no
te caigo bien?”
Aunque hace las preguntas con una
pequeña sonrisa en sus labios, creo que desea una respuesta honesta.
-“Claro que me caes bien. Es solo
que… estaba pensando en otras cosas y me distraje.”
Si no puedo revelarle nada a mis
íntimos amigos, mis deseos de compartir
el más mínimo detalle de mis pervertidas visiones con esta adorable chica se reducen
a valores negativos.
-“Dímelo a mí…”
Nos enfrascamos en una agradable
pero superficial conversación. Pasados un par de minutos recuerdo lo que me
dijo Daniel; Julia también falto el día de ayer. La curiosidad me gana, y casi sin quererlo le
pregunto:
-“¿Es cierto que ayer no viniste a
clases?”
Mi pregunta parece contrariarla un
poco. Su semblante se oscurece ligeramente.
“Esto… si…”.
Arrastra un poco sus palabras, como
si quisiera decir algo más. Pero se queda callada.
-“Lo siento, no quería ser
entrometido. Es solo que ayer tampoco pude venir, y me resulto algo curioso.
Espero que no te hayas contagiado de mí el martes.”
Esto último es tanto un intento de
aligerar la charla, como una invitación a salir del tema de su ausencia. Parece
funcionar, pues Julia me pregunta:
-“¿Enfermaste?”
El resto de la caminata nos
dedicamos a hablar sobre mi extrañamente breve malestar y las consecuencias de
faltar a clase con los exámenes finales tan cerca.
-“Bueno, adiós.”
-“Espera, hay algo que quería
decirte.”
Lo sabía, probablemente ni si
quiera necesitaba venir al centro. Instintivamente observo sus manos, las uñas
aun brillosas y con aquellos detalles morados.
-“Claro, puedes decirme lo que
quieras.”
Aunque intento parecer tranquilo mi
corazón empieza a palpitar fuertemente.
-“Ummm… dejaste esto cuando viniste
a hablar conmigo en el almuerzo. Quizá se cayó de tu mochila.”
Saca una de mis gomas de borrar del
pequeño bolsillo que tiene la camisa de nuestro uniforme escolar.
-“Oh, gracias.” No sé qué esperaba,
pero definitivamente no era esto.
-“No hay de que, gracias a ti por
acompañarme. Nos vemos mañana en clase de matemáticas.”
Esas últimas palabras me producen
un nuevo hueco en el estómago.
12:58 p.m.
En un par de minutos la campana
sonara y nos dirigiremos a la última clase del viernes: matemáticas. La
interacción con Julia de ayer salió bastante bien, no hubo incidentes ni
dolores de cabeza.
Resulta extraño. Cuando me dio el
borrador note cierta indecisión en su rostro. Como si eso no fuera lo único que
deseaba compartir conmigo. Decidí no insistir en caso de que fuesen
imaginaciones mías (lo más probable). Además, lo último que necesito es volver
a comportarme en forma extraña frente la castaña.
Si, era mejor dejarlo ir…
En todo caso la perspectiva de dos
horas de matemáticas y pre cálculo no es lo más alentador que digamos. Guardo
mis útiles en cuanto suena la campana, y me uno a Andrew y Dani, con quienes
comparto este curso, para encaminarnos al aula 301.
Mientras recorremos los abarrotados
pasillos y subimos los tramos de escalera para alcanzar el último piso del
edificio, charlamos despreocupadamente del trabajo de biología que se nos
acababa de asignar.
-“Y dinos ¿qué paso con Julia?
¿Otra vez fueron al “centro”?”. Dani hace el ademan de comillas y mis dos
amigos proceden a reírse tontamente.
-“No sé qué piensas que hacemos,
pero como te dije ayer, solo la acompaño a la salida porque compartimos ruta.
Ella va a la ciudad y yo a mi casa. Es todo.”
-“No tienes por qué ponerte
defensivo. Julia es un pibón, yo también me la intentaría ligar si no estuviera
con Ana.” Complementa Andy.
-“No me la estoy ligando. Ni
siquiera me parece guapa.” Una de esas dos afirmaciones es falsa. “Además,
pensé que Ana y tu habían cortado el mes pasado.”
-“Ya. Es complicado…” Andy se frota
la cabeza y narra cómo se reconcilio con su chica luego de que esta última le
compartiera su cuenta de Netflix.
Nos encontramos con Leo a las
afueras del aula mientras seguimos charlando de amores y desamores. Intento
seguir la conversación riéndome en los momentos justos y asintiendo cuando creo
que es adecuado. Sin embargo, mi mente está en un lugar completamente distinto.
Tan disimuladamente como puedo
escaneo el pasillo. Odio admitirlo, pero busco aquel cabello castaño y liso.
Julia y yo solo compartimos matemáticas hoy, con lo cual no la he visto en todo
el día.
Diviso a Laura en un círculo con
Mariana, Amanda y Marta. Junto a los casilleros, tan aislada como siempre, se
encuentra Stephanie ojeando el libro de biología. Probablemente trabajando la
tarea que se nos asignó apenas hace unos minutos.
Marco, Julián, Steven, Valeria,
Beatriz, Miguel, etcétera. Todos mis compañeros parecen estar presentes a
excepción de Julia.
El espigado y flacucho cuerpo de
Lawrence se escabulle entre la multitud de estudiantes hasta alcanzar la puerta
del aula. Al abrir todos lo seguimos al interior, procurando que el inminente
fin de semana nos ayude a sobrellevar la tediosa lección.
En cuanto tomo asiento y me
dispongo a sacar mi libro y cuaderno, noto la presencia de alguien en el
pupitre de enfrente.
Julia se
encuentra su lugar.
End Notes:
Espero que mi estilo de escritura no varié mucho ahora que estoy retomando la historia. A partir de aquí las actualizaciones y nuevos capítulos seran menos frecuentes, pues tengo que escribirlos desde cero. Como siempre se agradece cualquier comentario o alientos a seguir con la historia jeje.
Capítulo 14: La competencia by Hagane No
Author's Notes:
Como dije en el capitulo pasado, a partir de ahora procurare que todos, o al menos la gran mayoría, de capítulos contenga escenas con GTS. También es el primer capitulo escrito de cero desde que retome la historia, espero poder mantener las descripciones y personalidades de los personajes consistentes.
No he pasado ni 5 minutos en este
lugar, y ya empiezan a suceder cosas extrañas.
Estaba seguro de que Julia no
estaba aquí. No solo la busque en el pasillo, en cuanto entre al salón me cerciore de hacer una última revisión para confirmar mis sospechas. Es imposible
que entrara y tomara su lugar en los segundos que me distraje para
rebuscar mis útiles.
-“¡Hola!”
-“Eh, hola Julia. ¿Llegas tarde?”
Esto es tanto una pregunta como una acusación.
-“¿Tarde? Para nada, estuve
esperando a Lawrence como por 10 minutos. La señorita García nos dejó salir
unos minutos antes. Me pase el rato hablando con Stephanie. ¿No es así Steph?”
Dirige la pregunta a la presidenta, que se encuentra a un par de pupitres a la
derecha.
-“¿Qué pasa Juli?” Stephanie
levanta la mirada de su libro.
-“Le decía a Ed que estuvimos
charlando y trabajando en la tarea de biología antes de entrar”. Dice Julia,
con total seguridad.
-“Ah, pues si…” No sabiendo que más
agregar, la tímida chica sigue con su lectura.
Intentando ocultar mi seguramente
visible confusión añado:
-“Juraba no haberte visto en el
pasillo o al entrar al salón.”
-“Así que estabas buscándome, eh.
¿Por qué tan interesado en mí?” En su rostro una pícara sonrisa se une a una
inquisitiva ceja levantada.
- “No es eso, solo…” Antes de poder
dar una respuesta, el profesor empieza su explicación sobre el trabajo a
desarrollar hoy. Julia se da la vuelta para prestar atención.
Desde lo más profundo de mi ser
agradezco la intervención, pues no tenía ni idea de qué decir. La juguetona
expresión de Julia trajo vividas recolecciones de mi sueño del martes. Con ello
regresa el inexplicable nerviosismo.
Lawrence se dispone a resolver una
ecuación en la pizarra, dibujando rápidamente en el acrílico. Intento seguirle
el paso, pero por algún motivo mi visión empieza a nublarse. Instintivamente
froto mis ojos.
Cuando los abro ya no estoy sentado
en mi pupitre.
Me encuentro en medio de una multitud
formada por mis compañeros de clase. Todos aun vestidos con nuestros uniformes.
El suelo es de madera, sin embargo
la fibra es inexplicablemente grande, como si se hubiese extraído de un árbol
imposiblemente enorme. Cuatro paredes semitransparentes nos rodean. El techo
las conecta y es del mismo material. Permiten entrar la suficiente luz
como para ver a mis acompañantes sin problemas; pero a la vez son lo suficientemente
opacas como para impedirnos ver qué hay más allá de ellas.
El espacio dentro de este extraño
domo es tan grande como un campo de fútbol, albergando a las
treinta personas que hasta hace un momento estaban en clase de matemáticas sin
ningún problema. Murmullos empiezan a recorrer el grupo. Algunas chicas
comienzan a hiperventilarse.
Nadie entiende qué está sucediendo.
Un fuerte sonido, que parece venir
de muy lejos, hace que todos callen. Yo no me he movido del lugar en el cual
“desperté”, y creo que tampoco he pronunciado ninguna palabra. Estoy totalmente
paralizado.
¿Qué demonios sucede con la clase
de matemáticas? ¿Otra vez me quedé dormido? ¿Qué significan estos sueños tan inexplicablemente
realistas que me invaden en cuanto piso este estúpido lugar?
Desde fuera de la cúpula un objeto
produce una gran sombra en el techo. Parece la silueta de una mano…
Las paredes se levantan. Primero
poco a poco, dejando entrar aún más luz, y luego rápidamente, a una velocidad
casi incomprensible. Se nos permite ver por primera vez el “exterior”. Pensé
que esto traería alguna claridad a nuestra situación, pero lo que veo no tiene
sentido.
El domo que hasta hace unos segundos
se encontraba sobre nuestras cabezas no está por ninguna parte. La superficie
de madera se extiende lo que deben ser cientos de metros a todos los lados, y termina
en unos bordes completamente rectos, sobre los cuales nos resulta imposible ver
desde nuestra posición.
Hacia arriba veo lo que debe ser un
techo, a una altura absurda; tan alcanzable como el cielo mismo. Al horizonte,
mas allá de los bordes de nuestra meseta, veo paredes igualmente inverosímiles
y en una de ellas una enorme ventana, detrás de la cual está el firmamento real.
Me quedo absorto mirando la
monumental apertura en la pared cuando un chillido de pavor me hace dar la
vuelta.
Por uno de los bordes empieza a
asomar una forma descomunal. En un principio ni siquiera sabía lo que estaba
viendo, pero pronto me percato de que es una cabeza gigantesca, o al menos la
parte superior y el cabello de una.
Lentamente el gigantesco ser nos
revela más de su forma. Lo primero en aparecer es su frente, sobre la cual se
parten dos cortinas de lacio y castaño pelo. Luego las cejas, del mismo color;
y por último, unos enormes ojos de un azul claro.
Sin querer atrasar más su
revelación, Julia se yergue lo suficiente como para dejarnos ver la totalidad
de su rostro y un poco del cuello.
Si la chica que invadió mis sueños
hace un par de días era enorme, no sabría qué palabra utilizar para describir la sonriente cara que domina nuestro campo de visión. Tan lejano y a la vez
tan grande.
La deidad monitorea la situación
rápidamente con sus brillantes ojos y espeta:
-“¡Hola chicos!”. Es tan casual que
casi resulta cómico.
El silencio que reinaba desde que
aparecieron los primeros cabellos de la giganta es destruido por una armonía de
gritos, chillidos, sollozos y correteos. Algunos deciden que correr en el
sentido opuesto a Julia es la mejor opción; otros, como yo, son incapaces de
moverse y solamente se dedican a observar, boquiabiertos, la inmensa cara de
nuestra compañera.
-“Muy bien…” sigue Julia, como si
esto fuese lo más normal del mundo. “… necesito que os quedéis quietos y
callados.”
Nadie parece querer hacer caso. Los
que corrían se acercan peligrosamente al borde. Los que gritaban lo hacen con
menor intensidad, pero no se detienen. Laura, que como yo no ha dicho palabra
ni se ha movido, camina un par de pasos para sobresalir de la multitud y
acercarse un poco a la titánica chica.
-“¡Julia! ¿Qué mierda sucede aquí?
¿Por qué eres tan grande?”
-“¡Hola Lau! Jiji, siento deciros
que yo soy tan chica como siempre, es solo que vosotros los sois aún más.”
Con esto, la cabeza de Julia
comienza a ascender de nuevo, revelando poco a poco su cuerpo. Todavía porta el
uniforme del colegio, como nosotros. Se detiene cuando podemos verle de la
cintura para arriba. Su rostro está tan alto que mis compañeros y yo debemos
estirar el cuello para mirarlo.
-“Sois tan pequeños que cabéis en
mi escritorio, y os sobra bastante espacio.” Dice, con cierto dejo de
satisfacción y colocando sus manos en su cintura.
-“Ahora, por favor quedaros quietos
o tendré que aplastaros.” Para dar énfasis a esta última afirmación mueve su mano derecha a una de las esquinas del escritorio y da un
pequeño manotazo.
Bueno, pequeño desde su
perspectiva.
A quienes nos encontrábamos sobre
la mesa se siente como un auténtico terremoto. Algunos de los chicos que
seguían moviéndose tropiezan y caen sobre sus estómagos. Los que estábamos
quietos nos levantamos unos centímetros (desde nuestra perspectiva) del suelo.
El temor sobrecoge al pánico. Todos
nos quedamos tan quietos y callados como nos lo permite nuestro catatónico estado.
-“Así está mejor. Con tanto
alboroto seguro que nadie puso atención a mi dramática entrada. ¿Saben que tuve
que agacharme al lado del pupitre como por 5 minutos?” Nadie dice nada. Julia
habla con toda naturalidad, como si estuviera charlando con su usual grupo de
amigas.
-“Sip, no fue nada fácil.”
Solo se escuchan las respiraciones
de mis diminutos compañeros. Algunos siguen sollozando silenciosamente.
-“Bueno, dividíos en dos grupos,
preferiblemente con el mismo número de integrantes.”
Con la amenaza de ser aplastados por
una mano centenares de veces más grande que nosotros aun fresca, la multitud
opta por hacer caso de inmediato. Los que estaban cerca del borde regresan a toda
velocidad para unirse al resto. Entre ellos Andy y Dani.
Todo está sucediendo tan repentinamente
que no he sido capaz de procesar la situación.
Mientras nos organizamos Julia observa
desde lo alto, con una sonrisa casi infantil que no ha desaparecido de sus
facciones desde que reveló su inmensa presencia. Como no me he movido del sitio
en el cual aparecimos, varios compañeros se agrupan a mí alrededor formando
uno de los dos grupos.
Andy, Leo y Dani vienen hacia mí.
El pánico evidente en sus rostros. Ni siquiera Dani, capaz de bromear en
cualquier situación, tiene deseos de hablar. Todos permanecemos callados
mientras los demás terminan de adoptar posición.
Cuando hemos cumplido con la orden
dada, una satisfecha Julia se agacha para recoger algo. Cuando se reincorpora
tiene sus dos mocasines escolares en la mano izquierda, y en la derecha una
diminuta caja que sostiene con el dedo índice y pulgar.
-“Apartaos si no queréis quedar
atrapados bajo mis zapatos.” Lentamente coloca el calzado exactamente en donde
nos encontramos. Lo hace con la suficiente parsimonia como para darnos la
oportunidad de escapar. Cada grupo huye en direcciones opuestas, de forma que
los mocasines ahora dividen la clase.
Desconozco cuanto pueda medir
el calzado de una chica tan baja como Julia, pero por la forma en que se elevan
ante nosotros estimo que mis compañeros y yo no debemos tener ni un centímetro
de altura.
En medio de ambos mocasines, la
giganta coloca el contenedor que cargaba en su otra mano.
-“¡Esto será una carrera! Cada
equipo se encargara del mocasín que tenga más cerca. Deberéis limpiarlo tanto
como podáis antes de que acabe la lección. El segundo lugar tendrá que cumplir un
castigo, así que poneos las pilas. Y no os preocupéis por las suelas. Tenéis
los implementos necesarios en la caja que se encuentra en medio de ambos
zapatos. ¡A competir!”
Nos miramos los unos a los otros. ¿Qué
mierda le sucede a Julia? La situación ya es de por sí absurda, pero la actitud
despreocupada de la titánica chica nos resulta aún más chocante.
El profesor
Lawrence, a quien no había visto hasta ahora, sale del otro grupo y con paso
decidido se acerca lo más que puede a Julia.
La titánica estudiante lo mira
divertida.
-“Señorita Beaumont (el apellido de
Julia), si se encuentra tan tranquila significa que sabe lo que está
sucediendo. Le exijo, en este instante, que se comporte y vaya a buscar ayuda
del director o la facultad.” Grita el furioso hombre.
-“Profesor Lawrence, no tiene que
gritar, lo escucho perfectamente en su tono de voz normal. En cuanto a lo que
me pide...” se toca la barbilla como si estuviera considerando la orden
espetada por el hombre que debe sacarle al menos 40 años. “… no puedo hacerlo
hasta que haya un ganador. ¿Quiere que camine por los pasillos del colegio con
unos mocasines tan sucios?”
Nunca había visto a una persona
ponerse literalmente roja de la rabia.
-“Ahora ¡chop, chop! A trabajar, no
queréis ser parte del equipo perdedor, creedme.”
Entendiendo que nos encontramos en
una situación inescapable, decido rodear el enorme mocasín derecho para
alcanzar el cajón al otro lado. Quiero descubrir a dónde llevara este sueño...
-“¡Esa es la actitud Ed! Si fuera
vosotros empezaría en cuanto antes, solo nos queda una hora y quince minutos”
Indica la enorme castaña, revisando la hora en su celular.
En cuanto comprueba que más de sus
compañeros empiezan a movilizarse, Julia toma asiento en su propia silla y se
dedica a entretenerse con su móvil. De vez en cuando levanta la vista de la
pantalla para verificar que todos estemos trabajando.
Capítulo 15: Limpieza by Hagane No
Cuando alcanzo la caja en el valle
que forman los gigantescos mocasines, su escala me arranca el aliento.
Lo que la encantadora Julia podía
sostener entre dos de sus dedos tiene hasta cuatro veces mi tamaño. El
contenedor es una caja de madera para embalaje, de unas dimensiones muy poco
prácticas quepa resaltar; y de no ser porque está volcada de forma que los
contenidos se riegan por uno de sus topes, no sé cómo hubiésemos alcanzado el
interior.
Paños de tela, cepillos aptos para
nuestras minúsculas manos, e incluso una serie de atomizadores a nuestra escala
yacen en la superficie del pupitre y dentro del cajón. Poco a poco mis compañeros se acercan y, con
actitud derrotada, toman los utensilios de limpieza.
-“Ya sabéis, primero tenéis que
quitar la suciedad con el cepillo, y luego sacar brillo con la tela. Si lo
hacéis al revés, solo digamos que estaréis perjudicando a vuestro equipo en
lugar de ayudarlo.” Señala Julia mientras levanta las piernas y coloca sus pies
en un escritorio adyacente (creo que es el mío) para ponerse más cómoda.
Su tamaño, la amenaza de
aplastarnos, y la perspectiva de un posible castigo
si no se coopera ha mermado lo suficiente en nuestra consciencia como para
resistirnos a las instrucciones. Incluso el profesor se
introduce en la gigantesca caja para obtener sus propios implementos.
Tomo un cepillo y un atomizador. Me
coloco un paño en uno de los bolsillos traseros del pantalón. Mientras camino
hacia la punta del zapato derecho de nuestra atormentadora me arremango la
camisa y desabrocho un par de botones para trabajar con mayor comodidad.
Veo que algunos de los otros chicos
me imitan.
Supuse que subir al mocasín desde
la punta seria relativamente fácil; sin embargo, somos tan pequeños que incluso
esto demuestra ser una prueba que requiere de un gran esfuerzo. Dani, al ser
uno de los chicos más altos de la clase, tarda un par de intentos hasta que de
un gran salto logra tomarse del sobrante de hule que forma parte la suela.
Se jala hacia arriba y una vez allí
tiende su brazo derecho para ayudar a subir a los demás. Uno por uno mis
compañeros de equipo trepan a la monolítica zapatilla. Andy y yo somos los
últimos, pues ayudamos a algunas de las chicas y además acordamos arrojar los
implementos de limpieza a quienes no pudieran trepar con ellos.
-“¿Cómo te sientes?” Me pregunta
Andrew, mientras impulsamos a Verónica para que tome las manos de Daniel y
Cristian.
-“Pues bien, creo. ¿Qué tal tú?” Me
sorprende la naturalidad y serenidad con la que hablo. Supongo que mi último
sueño (o pesadilla) me insensibilizó al extraño panorama.
-“¿Cómo puedes estar tan tranquilo?
¿Tu también sabes lo que está pasando?” Le tiembla la voz.
-“Nunca antes me habían cuestionado
en un sueño.” Pienso en voz alta.
-“¿Un sueño? ¿Cómo puedes decir que
esto es un sueño? ¿Qué no vez el detalle, los olores, la forma en que el tiempo
pasa con normalidad?” Repregunta, casi delirante.
-“Esa maldita perra hizo algo, no
sé el qué. Quizá sea una bruja o un demonio.” Concluye mi amigo.
-“¡Oigan! Nada de malas palabras, y
menos si se dirigen contra su diosa.” Espeta Julia desde las alturas, con una
retadora expresión. Su mirada directamente puesta en mí y Andrew.
Mi amigo empalidece en cuestión de
milisegundos.
-“Lo-lo-lo siento Julia.” Intenta
gritar, aunque su voz se quiebra al menos dos veces.
-“Ya os dije que no teneis que
gritar. ¡Y moveos más rápido, algunos de vosotros ni siquiera habéis logrado
trepar a mis zapatos! Solo os resta una hora y cinco minutos.” Termina, complementando con un par de
chasquidos de sus dedos.
Andy me vuelve a ver, expectante.
Solo me encojo de hombros y de un salto me tomo de Dani y Cristian para por fin
subir al mocasín.
*Frosh**Frosh**Frosh* Cepillo tan
fuerte como puedo el grueso cuero del calzado. Con el paño remojado del pulidor
que contienen los atomizadores, restriego la superficie recién desempolvada. A
pesar de que mi equipo se dividió en 5 cuadrillas de 3 personas para intentar cubrir
el mayor terreno posible, el avance es lento y arduo.
Debe haber pasado más de media
hora… es imposible que limpiemos la totalidad del zapato.
Espío al otro equipo
y con cierto temor descubro que va mucho más avanzado que nosotros.
Restriego y cepillo con mayor intensidad.
Si esta mandona, indiferente y
egocéntrica versión de Julia decía la verdad, lo más probable es que mi equipo
vaya a sufrir algún tipo de tortura en cuanto se acabe el tiempo. El
intercambio con Andy me dejo sumamente consternado.
Recuerdo cuanto sufrí
cuando la semi-desnuda giganta jugó cruelmente con mi atado miembro. El dolor era tan realista que si
no me hubiese despertado unos minutos después habría dado toda
aquella experiencia por verdadera; a pesar de lo absurda de la misma.
Julia parece haber
perdido el interés en nosotros hace rato y ahora se dedica a scrollear en su móvil y tararear
distraídamente. Con los pies todavía sobre mi escritorio, tan cómoda como puede
estar en las poco ergonómicas sillas del colegio, observo una escena
paradójicamente normal.
¿Por qué sigo soñando con esta chica? Más importante
aún ¿Por qué aparece como una giganta?
Es decir, no he ocultado que me
gustan los pies. Y he estado en suficientes rincones del internet como para saber
que esta filia se solapa con otras, como la de chicas gigantes. Pero esta
última nunca me ha llamado la atención.
Absorto en mis pensamientos, no me
había dado cuenta de que Julia ya no mira a su celular y ahora tiene sus ojos
clavados en mí. Doy un respingo y sacudo ligeramente la cabeza para salir de mi
estupor. A lo cual la giganta respondo con una de sus adorables sonrisas y un
pequeño ademan de saludo con la mano.
Adopta una postura más recta, pone
sus pies en el suelo, y acerca la silla al escritorio sobre el cual nos
encontramos.
-“¡Últimos diez minutos chicos! El
equipo del mocasín izquierdo lleva la delantera, pero no por mucho. ¡Vamos
equipo derecho, podéis remontar!” Dichas estas energéticas palabras, pone los
antebrazos sobre la mesa y recuesta su cabeza en ellos. Los enormes ojos de
iris celestes puestos sobre mi equipo.
A un par de metros de mi Stephanie,
una de las chicas más afectadas, empieza a sollozar de nuevo. Lo hace
en forma silenciosa, seguramente para evitar que Julia la descubra. Cristian y Luisa la intentan consolar dándole pequeñas palmadas en la espalda.
-“Vamos Steph, no hay por qué
llorar. Juro que no os hare daño, incluso si perdéis.” Se reincorpora y con el
dedo índice se dibuja una equis sobre el corazón. “Solo necesitaba ayuda para
limpiar mis zapatos… y a decir verdad no tenía ganas de recibir matemáticas
hoy, jiji”
Al terminar se pone levemente roja, como si sintiera algún tipo de
modestia en nuestra insignificante presencia.
Mira hacia la otra zapatilla. De alguna forma puede escuchar nuestras voces incluso si hablamos con normalidad, como pude comprobar en mi corta conversación con Andy.
-“Lo siento profesor, pero avanza
tan rápido que me he estado quedando muy perdida. Todavía no entiendo lo de
“factorización y nacionalización”, pero usted insiste en pasar a un tema
nuevo.” Dice la giganta, aun un poco colorada.
.”¡Es racionalización!” Escucho
gritar a Lawrence desde el otro zapato, lo cual arranca algunas risas de
quienes han logrado relajarse un poco.
-“Si, si… como sea… a trabajar que
solo nos quedan cinco minutos.” Responde Julia con un claro tono escarlata en
sus pecosas mejillas.
*Brrrr**Brrrr* La vibración del
móvil de Julia hace temblar ligeramente el
calzado en el cual me encuentro arrodillado, aun puliendo lo que para la hermosa castaña debe ser una porción minúscula. El tiempo se ha terminado, y
por la posición de mis compañeros en la contraparte izquierda, deduzco que
hemos perdido.
“¡Muy bien hecho a todos! El tiempo
se ha acabado. Revisare de cerca el trabajo de cada equipo para anunciar al
ganador.” Dicho esto, mueve su cuerpo hasta que el enorme rostro se encuentra a
un par de metros sobre nosotros.
Sus ojos inspeccionan el calzado.
Empezando por el izquierdo, y luego con el de mi equipo. Cerrando ligeramente los parpados y frunciendo un poco el ceño revisa cada centímetro
cuadrado, ignorando a los reducidos seres humanos.
Las suaves y cortas exhalaciones
de su adorable nariz envían cálidas brisas sobre nuestros exhaustos cuerpos.
Si algo puede decirse es que ambos
equipos lo intentamos. Sin lugar a duda el miedo es un gran motivador.
End Notes:
¿Qué equipo habrá ganado?
Capítulo 16: El interior by Hagane No
-“Y el ganador esss….” Julia
arrastra la última palabra para dar suspenso a la revelación.
Mentiría si dijese que no estoy
nervioso. La promesa de un castigo hace palpitar casi dolorosamente a mi
corazón.
Ninguno de los dos equipos ha abarcado la totalidad del mocasín.
Apenas y nos alcanzó el tiempo para sacudir y dar brillo a la parte superior de
la punta y el empeine. Los laterales y talones tan desatendidos como
cuando iniciamos.
-“… ¡el equipo izquierdo!”.
Algunos
de los chicos del conjunto victorioso, muchos de los cuales se encuentran
tendidos sobre el cuero por el cansancio, arrojan un puño vencedor al aire. Pero no parecen
tener demasiadas ganas de celebrar.
Una alegre Julia aplaude con
suavidad, probablemente para no dejarnos sordos.
“Aplaudid, no seáis malos perdedores”.
Dice mirando directamente en nuestra dirección.
De nuevo el miedo nos hace
obedecer, a pesar de que las palabras de la giganta no tenían ningún indicio de
enfado o malicia.
*Clap**Clap**Clap*
Siguiendo la directiva de Julia,
aplaudimos por unos veinte segundos hasta que aquella se detiene.
-“Y ahora ¡el castigo para el
equipo perdedor!” Lo juguetón y animado de su voz es casi peor que si
demostrase algo de maldad. Personalmente me resulta más siniestro…
La gigantesca mujer vuelve a
agacharse un momento. Cuando se levanta tiene otra caja entre sus dedos, esta
bastante más pequeña que la anterior. Cuidadosamente la coloca en el mocasín
sobre el cual todavía está mi derrotado grupo y vierte sus contenidos.
Una lata blanca rueda hasta dar con
mi pie. La levanto. “REXONA. Desodorante para zapatos. Antibacterial y
refrescante” se lee en su etiqueta.
“Restan 15 minutos de clase…”
indica Julia, revisando su celular “… como no quiero robar tiempo del fin de
semana a nadie haremos esto deprisa.”
“Como habréis notado
estos mocasines se encuentran bastante desgastados. Después de todo los he
tenido desde el año pasado…” creo que sé por dónde va esto, y no sé si me gusta
“… Por lo que también resulta necesario darles mantenimiento por dentro. Esa será vuestra tarea y castigo. Tomad
una lata y dividíos en dos nuevos grupos.”
Algo atontados los adolescentes a
mí alrededor siguen la instrucción. Observo a mis amigos reunirse a varios metros de mí. Me dispongo a caminar hacia ellos cuando un dedo del
tamaño de un edificio bloquea mi camino.
Despego mis ojos del gigantesco digito
y los dirijo al monumental rostro de Julia.
-“Así está bien”. Dice la titánica
estudiante.
Me doy la vuelta para descubrir que
ella misma hizo la división. Estoy con Cristian, Verónica, Marta, Marco, Luisa
y Jose. Deseaba estar cerca de mis amigos para conversar con ellos e intentar
descifrar la situación; pero la deidad que nos ha mantenido bajo su control la última
hora y media lo evita con uno solo de sus dedos.
-“El grupo de Cristian, caminad hacia
mi palma. Colocaos en el medio para evitar accidentes.”
Aun dividiendo el
equipo con el índice de su mano derecha, acerca la desocupada mano izquierda al
zapato de forma que podamos caminar hasta ella.
La textura sobre la cual nos
colocamos resulta difícil de describir. Lo mejor que puedo decir es que es
suave y muy cálida, rozando el límite de ser insoportablemente caliente. Puedo
ver perfectamente el tejido que forma la piel de su, en otras circunstancias,
pequeña palma.
Cuando todos estamos abordo, con
sumo cuidado y delicadeza, mueve su mano hasta estar sobre la zapatilla izquierda.
Estira su dedo de en medio introduciéndolo por la boca del calzado, e inclina
ligeramente su mano.
-“Utilizad mi dedo como una rampa
para bajaros.” Indica, una expresión de profunda concentración en su cara.
Seguramente procura no hacer ningún movimiento excesivamente brusco para
nuestros diminutos cuerpos.
Aun parado en su mano puedo sentir
las pulsaciones que produce el flujo sanguíneo al recorrer la totalidad de su
apéndice. Lentamente avanzo desde el centro de su palma hasta la base del dedo.
La totalidad su dedo corazón debe
medir, desde nuestra perspectiva, unos 15 metros… quizás más. Julia lo ha
posicionado de tal forma que el descenso resulta bastante sencillo. Soy el
primero en alcanzar la yema.
Veo que entre mi posición y la plantilla
del zapato hay unos 4 metros de altura, probablemente imperceptibles para la
enorme chica. Asumo que el material amortiguara mi caída, así que salto sin
pensarlo mucho. Aterrizo sin ningún problema en la penumbra.
Como sucedió antes, los chicos me
imitan. Y una vez aquí, ayudan a bajar a las chicas que temen saltar.
Cuando todos nos hemos desprendido
del monolítico digito este se retrae, saliendo del zapato y dejando entrar más
luz. Esperando a la siguiente instrucción todos nos quedamos quietos, cada uno
con una lata entre las manos. Algunos juntan cabezas y murmuran entre ellos.
Cuesta creer que estemos dentro del
zapato de una chica que no alcanza ni el metro sesenta. Se siente como estar en
un edificio sin ninguna división o muebles en su interior. Analizo el techo y
los costados, todos de un material color rosa chillón. Creo que los conocedores
lo llamarían fucsia. Miro hacia el suelo…
La silueta de la planta del pie de
Julia se encuentra impresa en la rosa plantilla, sobresaliendo con tonalidades
marrones y negras. Miro directamente hacia abajo. La parte del talón
ligeramente hundida y más oscura que el resto. En trance sigo la forma de la
enorme huella.
En donde se posiciona el arco de su
pie la plantilla está casi intacta, como cabría esperar. Me acerco poco a poco
al lugar en donde pisa la bola del pie. Como con el talón, mas desgastada y
oscurecida que el resto.
El ambiente se hace cada vez más pesado y claustrofóbico.
El olor más intenso…
“A los perdedores en mis
mocasines…” escucho decir a Julia “… quiero que os dediquéis a rociar las latas
de desodorante allí adentro. Como ya habréis notado estos zapatos en particular
hacen sudar mucho a mis pobres piececitos, lo cual los ha puesto… umm cómo
decirlo… bueno, algo apestosos.” Termina
la frase como queriendo quitárselo de encima.
Seguramente se ha sonrojado otra
vez.
“Os estaré vigilando por los once
minutos que nos restan, así que trabajad si no queréis otro castigo.”
En
la lejana (para mí, pues soy el único que se ha movido) apertura del mocasín
aparece uno de los azules ojos avizores. Se queda allí hasta que mis compañeros
empiezan a dispersarse, rociando las partes laterales del calzado y la plantilla
sobre la que caminan.
Satisfecho, nuestro guardián
desaparece de su lugar. Probablemente para verificar que los chicos del otro
zapato hagan lo mismo.
La giganta sigue hablando, supongo
que con los “ganadores”. No puedo descifrar mucho de lo que dice desde donde me
encuentro, y como las palabras no se dirigen a mi decido ignorarla.
Cruzo el pequeño y ennegrecido
cráter formado por la bola del pie de Julia, rociando un poco del desodorante
mientras camino. Arribo a la parte en donde reposan sus dedos. Perfectamente marcados
veo la descendiente línea que siguen sus magníficos dígitos. La chica no
bromeaba, estos mocasines han cumplido su penitencia.
Aquí el olor es aún más fuerte. Qué
puedo decir, no me desagrada.
Todo lo contrario.
Dominado por mi libido me arrodillo
frente al inmaculado estampado del dedo grande. Me inclino hasta que mi rostro
literalmente se entierra en la maltratada superficie. Inhalo como si no hubiese recibido oxígeno en mis pulmones por horas.
La fragancia es simplemente
adictiva.
Como un animal olfateo cualquier
parte de la plantilla que mi nariz pueda alcanzar. Incluso empiezo a gatear
hacia las demás marcas de los divinos dedos…
-“¿Qué demonios haces?” Me pregunta
una confundida Marta a mis espaldas.
Me reincorporo tan rápidamente que me
mareo. Procurando no darme la vuelta para evitar que note mí emocionado miembro,
o mí seguramente colorado rostro, respondo:
-“Yo… deje caer mi lata… ya sabes,
la estaba buscando.” Meto la lata por debajo de mi camisa en caso de que
intente comprobar la obvia mentira.
-“Okay…” No dice nada por unos
segundos. “Oye ¿puedes ocuparte de asear esta parte? No tolero el olor, y tu
pareces no tener ningún problema con él.”
-“Claro, eso hacía. Continuare en
cuanto encuentre mi desodorante. Lo último que queremos es otro castigo jaja”
Tanteo torpemente en las oscurecidas depresiones creadas por meses de uso del
calzado.
Lo más probable es que no se esté tragando nada
de lo que le he dicho.
-“Te dejo el mío ¿vale? De todas
formas solo falta esta zona y creo que puedes hacerlo solo.” Escucho como deja
la lata en el improvisado suelo y se marcha apresuradamente por donde vino.
Volteo un momento para comprobar
que se haya ido. En todo caso el sobresalto hizo desaparecer mi erección en
cuestión de segundos.
Arrojo mi lata a lo más recóndito
de la punta del zapato. Se encaja en una hendidura y desaparece para siempre.
Tomo el spray que acaba de dejarme
Marta y sin prestar mucha atención rocío el líquido en todas direcciones.
En cuanto he vaciado la lata, y el
desodorante termina de asentarse, el poderoso olor impregnado por los pies de
la chica que nos depositó aquí vuelve en toda su magnitud. Empiezo a cuestionar
la estrategia de limpieza elegida por Julia.
Camino hacia el talón, en donde se
agrupan mis demás compañeros. Cuando aún me faltan un par de metros para llegar
el enorme ojo reaparece en el cielo.
-“¿Habéis terminado?”
Un poco armonioso y francamente
desganado “Si” sale de mi grupo.
La giganta se aparta tan rápido
como se nos presentó.
-“¿Vosotros también habéis
terminado?”
No alcanzo a escuchar lo que
contestan los chicos atrapados en la otra zapatilla.
-“Genial. Escuchadme bien…” supongo
que ahora se dirige a ambas prisiones “…apoyaos de espalda contra el talón.
Procurad no amontonaros, no quiero que nadie salga herido.”
Como una obediente manada bobina
hacemos lo que se nos pide.
-“Volcare los mocasines para que
podáis salir por vuestra cuenta. ¡A la una, a las dos, y a las tres!
Sin comprobar que todo hayamos
logrado posicionarnos correctamente, Julia levanta ambos zapatos de forma que
la punta este hacia el tejado, y nosotros quedemos acostados en el material del
talón. La idea parece funcionar bastante mejor que nuestro patético intento de desodorizar a los monumentales gemelos.
Cuando el movimiento se detiene
todos estamos sobre nuestras espaldas. Poco a poco nos ponemos en pie y
caminamos hacia la cavernosa apertura. Cuando logro salir compruebo que todavía
estamos encima del pupitre.
Volteo hacia la imposiblemente
enorme ventana.
Por la iluminación del día deduzco
que solo deben quedar un par de minutos para que sean las 3:00 p.m. Este sueño
se ha extendido considerablemente más que el anterior. Me pregunto si en verdad
he dormido por casi dos horas. Después de todo la percepción del tiempo suele
ser confusa dentro del inexplicable mundo onírico. Pienso en lo dicho por Andy.
Es verdad que el paso de los
minutos resulta desconcertantemente preciso.
No dejo de caminar hasta
incorporarme con el resto de mis compañeros. Con “perdedores” y “ganadores”
otra vez en una sola multitud el silencio resulta casi impresionante.
Quienes me acompañaron al interior
del calzado aun jadean.
La mayoría de los que no tuvieron que cumplir con el
castigo se encuentran perezosamente sentados.
-“¿Qué os ha parecido la
competencia?” Exclama la única persona aun alegre en la habitación. “Vamos, no
pongáis esas caras largas. Os apuesto que este ejercicio ha mejorado los lazos
interpersonales de esta pequeña familia. ¿O acaso preferíais moríros de
aburrimiento con dos horas de matemáticas?”
El profesor, que se encuentra a un
par de pasos de mí, exhala un audible bufido.
-“Lo siento de nuevo profesor
Lawrence…” mientras platica, Julia saca de la mochila que sostiene sobre sus
regazos un cepillo, un paño, un atomizador y una lata blanca. Todas idénticas a
las utilizadas por nosotros.
-“… pero es la verdad. Dudo que
alguien pueda concentrarse por tanto tiempo en una asignatura tan compleja y
tediosa.” Mientras sigue hablando toma su zapato derecho. En cuestión de
segundos lo cepilla en su totalidad. Incluso sobre los lugares que yo y mis
compañeros de equipo trabajamos tan arduamente. Hace lo mismo con el izquierdo.
Inmediatamente remoja el paño de
tela con el atomizador y procede a sacar brillo a ambas prendas. No debe tardar
más de un minuto y los resultados son significativamente mejores a los que
nuestras diminutas manos lograron producir. Para concluir coloca la boquilla
del desodorante en ambas ranuras, presionándolo un par de veces.
Treinta perplejos rostros observan
la escena. Yo incluido.
-“No me lo toméis a mal. Habéis
hecho un trabajo magnifico, y os veíais adorables trabajando en mis
mocasines. Solo quería complementar un poco y dar los toques finales.” Nos
muestra los ahora notablemente brillantes zapatos escolares.
La multitud empieza a inquietarse. Lo
que nace como cautelosos murmullos pronto se convierte en una ola de insultos,
gritos y reclamos. De nuevo permanezco mudo.
-“Vaya, por lo que veo no podéis
tomaros a bien una broma.” Desatendiendo a mis bulliciosos compañeros de clase
Julia se agacha y coloca su calzado en el suelo, introduciendo sus pies en
ellos.
“En todo caso la sesión de hoy se terminó.” Dice, mientras se reincorpora
y revisa su móvil.
Capítulo 17: La caminata by Hagane No
Author's Notes:
Como digo en la descripción, esta historia esta muy inspirada en ""Alright I'll Go With This" de Darien Fawkes. Si la habeis leido notareis las similitudes en este capítulo. Espero que sea de vuestro agrado.
Una fuerte campanada me hace
despertar.
Me levanto de golpe, jadeante y con
la respiración agitada. Compruebo mis alrededores. Todo parece normal.
Mis compañeros empiezan a levantarse de sus asientos, recogiendo sus pertenencias
y charlando animadamente. Dirijo mi mirada hacia adelante.
Julia aún se encuentra en su lugar.
Veo la parte de atrás de la menuda cabeza castaña. Mi pulso se vuelve a
acelerar. La pequeña muchacha empieza a girarse.
-“Oye ¿te importaría acompañarme de
nuevo?”
Soy incapaz de contestar. Quiero
alejarme de esta chica tanto como me sea posible. Los desagradables pinchazos
en la sien vuelven a hacer acto de presencia.
Descaradamente la veo a sus hermosos
ojos celestes, sin pronunciar palabra.
-“Por favor.” Me dice en un tono
casi suplicante.
Ni siquiera sé qué pensar. Las
palabras de Andy retumban en mi mente.
“¿Un sueño? ¿Cómo puedes decir que esto es un sueño?”
En tiempo real observo como los
globos oculares de Julia empiezan a humedecerse. ¿Qué le sucede? Bueno, quizá
se deba a que han pasado cerca de treinta segundo y no me he dignado a
contestarle.
-“Ummm… no sé si pueda…” Involuntariamente
me rasco la cabeza y miro a mí alrededor.
Cuando vuelvo a corresponderle la
mirada, un par de lágrimas surcan sus mejillas.
-“Quiero decir…” me apresuro a agregar para intentar detener su repentino llanto “…veras quedé con mis amigos
para ir a la casa de Dani, por eso no puedo acompañarte… Lo siento.”
Es verdad, todos los viernes nos
reunimos en la casa de alguno de los cuatro. Normalmente no nos juntamos sino
hasta las 6 de la tarde, pero Julia desconoce ese detalle.
La castaña me mira fijamente, como
intentando descifrar si le estoy mintiendo. Debe tenerme por algún tipo de mitómano.
No puedo culparla, después de todo no he sido del todo honesto con ella las últimas
dos semanas.
Mientras seguimos sosteniendo contacto
visual Daniel se me acerca por la izquierda, sorteando los pupitres.
-“Ed, venía a decirte que no podré
poner mi casa hoy. Perdona amigo. Pero ¿Nos vemos mañana en la discoteca?”
Vaya, que conveniente.
-“No te preocupes. Nos vemos mañana.”
-“Ese es mi Ed jaja.” Odio su estúpida
risotada falsa. “Vale, me piro. Adiós Juli.”
Cuando mi amigo la vuelve a ver
nota sus ojos llorosos.
-“¿Hey, estás bien? ¿El gilipollas
de Ed te hizo llorar?”
-“No, no es nada. Solo tengo
alergias. En serio.”
-“Ya…” Dani no parece nada
convencido. “… bueno, hasta luego.” Se despide definitivamente, no sin antes echarnos
un par de ojeadas a Julia y a mí.
-“¿Ahora si puedes caminar conmigo?”
Escucho decir débilmente a la muchacha de enfrente.
Recorremos el tranquilo vecindario
que conecta con la salida trasera del instituto. Hay familias en los jardines
disfrutando del soleado pero fresco día. Intento hacer conversación a pesar
de mi intenso dolor de cabeza, sin embargo Julia se muestra poco receptiva. Con
un par de libros abrazados al pecho, y la mirada aun taciturna, parece estar enfrascada
en sus propios pensamientos.
Los últimos diez minutos del
trayecto los recorremos en completo silencio.
Cuando falta menos de una cuadra
para alcanzar la intersección que significará nuestra despedida, Julia se
detiene en seco. Extrañado retrocedo el par de pasos que avance sin ella.
-“¿Te pasa algo? Yo… bueno, siento
si hice algo que te ofendiese.” Le digo, recordando lo sucedido al finalizar la
clase.
¿Por qué las chicas tienen que ser tan complicadas?
-“¿Puedes guardar un secreto?” Dice,
sin dejar de mirar hacia sus zapatillas.
-“Claro que sí.” Contesto.
Yo también
dirijo mis ojos hacia sus mocasines. El brillante cuero refleja débilmente la
luz solar.
-“¿Confías en mí?”
Trago saliva. Mi boca ligeramente más
seca que antes.
-“Desde luego.” El corazón otra vez
palpitando a un ritmo anormal.
-“Entonces cierra los ojos.” Antes
de que pueda cuestionar la extraña solicitud, Julia se me adelanta y sigue
hablando. “Dijiste que confiabas en mí ¿no?”
Cierro mis parpados. He visto este
truco antes en películas y series de televisión.
Estiro los labios para recibir
los suyos.
En su lugar una fuerte y fría brisa
impacta mi cuerpo. Con los ojos aun cerrados me quedo muy quieto.
-“Ya puedes abrir los ojos.”
Imposible.
Bajo mis pies una explanada rosa de
cientos de metros cuadrados; su textura suave y muy cálida. La superficie
irregular, ligeramente hondonada. A la lejanía
cuatro gruesos pilares de distintas alturas, pero del mismo color carne, se
levantan como una cordillera. A mi derecha un último pilar, bastante más apartado
del resto.
-“Echa un vistazo al paisaje. Solo
ten cuidado de no caerte.” Retumba una voz a mis espaldas.
Julia, en una versión aún más
gigantesca que la de mis pasadas visiones, me mira cariñosamente desde lo alto.
Estamos a la intemperie, pues lo único que veo (aparte del colosal cuerpo de mi
compañera) es un despejado y azul cielo.
Camino hacia el espacio entre sus
dedos de en medio y anular, lo cual me toma un tiempo considerable. Los dígitos apuntan al cielo y apenas están separados, como una gran pared. Seguramente para proporcionarme protección de las agresivas corrientes de aire. Cuando
estoy lo suficientemente cerca me agacho y gateo hasta ver por sobre la palma
de la inmensa mano.
A nuestros pies, o más bien a los
de Julia, se encuentra un magnifico y espeso bosque de coníferas. Al fondo una cadena de montañas, sus cumbres cubiertas de nieve. Un cristalino lago en medio de un claro
termina de completar la fantástica pintura.
-“Es hermoso ¿verdad?”
Los enormes abetos ni siquiera
alcanzan los tobillos mi monolítica amiga. Por lo poco que sé sobre árboles,
deduzco que Julia debe medir cientos de metros de altura.
-“Es mi lugar favorito en el mundo.
No hay civilización por kilómetros a la redonda…”
La castaña que me sostiene en la
palma de una de sus manos sigue hablando. A pesar de su tamaño, la voz llega a
mis oídos con un volumen bastante moderado.
Sigo mirando hacia abajo sin decir nada.
Dudo que mis palabras puedan ser escuchadas por la giganta. Los brillantes zapatos
de Julia arrasan con la espesa arboleda mientras se pasea hacia el claro del lago.
El sonido de las descomunales
pisadas, decenas de gruesos troncos destruyéndose y astillándose; la fuerte
brisa por la velocidad del movimiento y el gorjeo de algún pájaro curioso que
se acerca demasiado a la coloso, producen una sinfonía que logra distraerme del agujero formándose en mis entrañas.
-“Quería hablar contigo, pero creo
que estas no son formas de sostener una conversación.” En cuanto alcanza los límites
de la zona desprovista de vegetación se voltea para dejarme ver por donde
vinimos. El bosque se extiende por hectáreas. Tanto, que se funde con el horizonte.
-“Y no te preocupes, ninguna planta
o animal sufrió daño alguno.”
Debería haber un pasillo de destrucción, testimonio de los poderosos e indiferentes pasos de Julia. Pero no. Los árboles
que presencie ser aplastados se encuentran intactos. Todo el bosque está
intacto.
-“Moví toda la fauna a kilómetros de
distancia hace años. Ya sabes, para evitar accidentes.” Pronunciadas estas
palabras la plataforma que me sostiene empieza a descender e inclinarse.
Doy tumbos y resbalo por la suave
superficie. De bruces impacto el crecido césped. No es el aterrizaje más
violento, pero si me saca el aliento un poco.
-“¡Ups! Lo siento… ¿te encuentras
bien?”.
Julia, en su tamaño normal, me
mira divertida.
End Notes:
Me encataria leer vuestras opiniones! Si os está gustando agradecería que califiqueis con cinco estrellas la historia.
Capítulo 18: El secreto by Hagane No
Author's Notes:
Este capítulo contiene mucho dialogo y poco contenido GTS; sin embargo es quiza el capítulo mas importante de la historia. Espero que os guste y que los diálogos hayan salido bien.
-“Deberías probarlo.” Dice Julia,
mientras dobla una de sus medias grises y la introduce en el descartado mocasín
izquierdo.
Nos encontramos sentados en una
roca que sobresale del impoluto lago. La menuda chica se acerca cuidadosamente
al borde y sumerge sus ahora descalzos pies en el agua.
-“¿En dónde estamos?” Pronuncio mis
primeros vocablos desde que abandonamos el familiar ambiente urbano.
-“En algún lugar de Norteamérica.
Para serte sincera olvide el nombre…”
-“Pues es hermoso”.
-“Ya lo creo.”
Sin mediar palabra nos dedicamos
a apreciar la vista por un par de minutos. Julia debía decir la verdad, pues a
nuestros alrededores no se escucha el sonido de ningún animal salvaje. La
fresca brisa agita nuestros cabellos.
Sus chapoteos interrumpen la
placida escena.
-“Y… ¿no vas a decirme o
preguntarme nada más?”
Médito por unos segundos más. El silencio cada vez mas opresivo.
-“¿Cómo es todo esto posible? ¿Cómo
lo haces?”
Vuelve a chapotear con sus
delicados pies.
-“No tengo ni idea.” La miro con
cara de pocos amigos. “¿Recuerdas El
Laboratorio de Dexter?” Continua.
-“Huh ¿A qué viene eso?”
Repregunto, cada vez más molesto por la evasiva actitud de quien me acompaña.
-“Ya sabes, la caricatura. ¿La
recuerdas, o no?” Insiste, sin prestarme mucha atención. Debe estar absorta en
sus pensamientos, pues mira un punto fijo en la otra orilla del lago.
-“Ummm… creo que sí…”
-“Había este episodio en el que
Dexter se encoge y se cuela en el cuarto de su hermana…” empieza a narrar “…
cuando la niña lo encuentra, lo utiliza como uno de sus muñecos. Lo hacía jugar
a las casitas. Lo manipulaba con sus manos. Lo hacía besarse con las otras
muñecas… En fin, lo trataba como un juguete.”
Algo confundido, decido mantenerme
callado hasta que termine su relato.
-“Yo debía tener unos cuatro años
cuando lo vi por primera vez. No tengo muchas memorias de esa edad, sin embargo
aquella tonta serie animada se quedó grabada en mi mente.” Su voz expresando
cierta añoranza.
-“A los ocho años enfermé
gravemente.” Continúa. “Pase seis meses de mi vida hospitalizada. Mis papás
nunca quisieron decirme cual era el padecimiento… pero me fue fácil
descubrirlo, pues muchas veces los médicos hablaban conmigo o cerca de mi sin
ningún reparo.”
-“Leucemia mieloide en fase
acelerada.” Un largo suspiro escapa de su boca.
-“Vaya, yo… lo siento mucho…” No sé
qué más decir. El cambio de tono en la historia me toma por sorpresa.
-“Gracias.” Me ofrece una triste
sonrisa. “Los pronósticos no eran buenos. Mi estado de salud era tan delicado
que ni siquiera se me podía aplicar tratamiento. Supe que pasaría mucho tiempo
allí cuando mis padres empezaron a traer mis pertenencias al hospital. Ropa, juguetes,
incluso mis sabanas y almohadas.”
Vuelve a suspirar.
-“Todos los días me sentía
diferente. Algunos estaba tan bien que parecía no tener nada. Otros, ni
siquiera era capaz de moverme de mi camilla...”
-“Cuando me encontraba muy mal las
enfermeras me hacían dormir con algún tipo de anestesia o medicamento.” Saca
los pies del agua, pone las piernas debajo de su cuerpo y se voltea para estar
cara a cara conmigo.
-“Lo odiaba. En un momento estas consciente,
el sol entrando por la ventana; al siguiente, despiertas en una habitación
apenas iluminada.” De nuevo sus ojos están vidriosos. “Lo odiaba tanto que
procuraba no decir nada, o dar señales, aun si me sentía muy débil.”
-“Era uno de esos días. Bajo la
vigilancia de uno mis médicos, fingía no tener ningún dolor mientras jugaba con
una pequeña casa de muñecas en el suelo de la insípida estancia. Debía llevar
cerca de cuatro meses sin salir. Extrañaba mi hogar, e incluso la escuela. Pero
por sobre todas las cosas extrañaba a Luis, un chico que vivía al lado de mi
casa desde los tres años y probablemente mi mejor amigo en el mundo.”
Toma un guijarro de encima de la
roca y lo arroja al magnifico cuerpo de agua. Estaba tan concentrado en prestar
atención a su historia que había olvidado en donde nos encontrábamos, o cómo
llegamos aquí…
-“Mientras cogía una mis muñecas,
aquel episodio de Dexter se me vino a la cabeza. Empecé a preguntarme cómo se
sentiría sostener en la mano a una persona muy pequeña, en lugar del inerte objeto.
Por qué no un amigo, capaz de hablar conmigo y acompañarme en aquel horrible
lugar.”
-“Y simplemente… sucedió…”
-“Una reducida versión de Luis
había reemplazado a la muñeca. En un principio me emocione. De alguna forma lo
tenía conmigo. Estaba dormido, podía sentir los latidos de su pequeño corazón;
era completamente real.”
El sol empieza a ocultarse detrás de
la lejana cordillera.
-“Volvió en sí casi de inmediato.”
Una solitaria lágrima le recorre la mejilla izquierda. “Nunca podré olvidar el terror
en su carita cuando se enteró de donde estaba.”
Sus sollozos le impiden seguir
hablando. Me acerco lo suficiente para darle unas palmadas y frotar
cariñosamente su espalda. En cuanto se calma un poco sigue:
-“Con todas mis fuerzas desee revertir
lo que había hecho. Así ocurrió. Esa misma noche soñé que me encontraba en mi
casa, sana y salva. Cuando desperté estaba sobre el desnudo colchón de mi habitación.
Confundida, sin saber qué hacer, me quedé allí hasta que mis padres me hallaron
unos minutos más tarde. Me llevaron de vuelta al hospital.”
-“Los exámenes mostraban que mi cáncer
había desaparecido. Los doctores no lo podían explicar. Siguieron aplicándome pruebas
y exámenes por un par de meses más, pero nunca lograron descubrir qué había
sucedido…”
-“¿Qué pasó con Luis?”. Pregunto,
aun procesando toda la información vertida por la llorosa chica.
-“Se mudó a otra ciudad. Estaba
bien físicamente, pero sus padres decían que se había vuelto muy nervioso,
lloraba constantemente y… y tenía miedo de mi…” Entierra la cara en sus
rodillas.
La dejo en paz un par de minutos
para que se desahogue. Intento consolarla con mis torpes caricias. No
me atrevo a hablar hasta que levanta la cabeza y me mira, expectante.
-“Y ¿qué puedes hacer con tus
poderes?”
-“Casi cualquier cosa.”
Aunque esperaba una respuesta como
esa, es imposible no sentirse sobrecogido.
-“Tú también me tienes miedo…
¿verdad?”
No lo pregunta con reproche alguno.
Por el contrario, vuelve a tener ese tono suplicante y afligido.
-“¿Cómo es que nadie parece
recordar lo que haces?” Ignoro su pregunta,
deseoso de saber más.
-“Bueno, yo…” luce algo apenada “…yo
modifico sus memorias o los hago olvidar lo que vieron. Por ejemplo, hoy todos
recuerdan haber tenido una particularmente poco provechosa clase de matemáticas.”
-“¿Y por qué no lo haces con migo?”
-“Lo hice, o por lo menos lo
intente. ¿Acaso tienes tus propios poderes?”
-“No, no que yo sepa.”
Reflexiono un poco en lo que me ha revelado
la omnipotente chica. Julia parece estarme dando espacio para que digiera la increíble confesión. El silencio vuelve a apoderarse del claro por un par de minutos.
-“¿Por qué un gigante?”
-“¿Perdona?” Dice, algo sorprendida.
-“¿Por qué te presentas como un
gigante? Lo hiciste hoy en dos ocasiones, y también el martes…”
Aun con las tonalidades naranjas y
rojas proyectadas por el poniente sol soy capaz de ver que sus mejillas se
encienden ligeramente.
-“Supongo que nunca perdí la
fijación por las personas pequeñas.”
-“Macrofilia…” Susurro.
Esta vez no puede ocultar su
sobresalto y bochorno. Me vuelve a ver con la boca ligeramente abierta.
-“¿Qué? ¿Cómo sabes lo que… No me
digas que tu también…” Está tan atónita como impresionada.
-“He estado en suficientes rincones
del internet. He visto algunas cosas.” Intervengo, con una sonrisa de suficiencia. “Pero no, no es mi
fetiche.”
-“Entonces debo parecerte un bicho
raro.” Dice, otra vez hundida.
-“Nunca dije que me resultase desagradable…”
Añado. Sus ojos vuelven a
iluminarse.
-“Entonces déjame mostrarte. Nunca había
podido compartir mis fantasías con nadie.” Por primera vez en horas habla con emoción.
“Siempre se asustan, lo veo en sus caras, me lo digan o no.” Añade, con un poco
de remordimiento y tristeza.
-”Mmmm… no lo sé… Es bastante
intenso.”
-“Dame una oportunidad. Te revele
mi secreto, y aunque pudiese borrar tu memoria ya no lo haría. Nunca haré algo
con lo que no te sientas cómodo. Solo… confía en mi…“
La miro a los ojos, todavía
indeciso.
“Además, me parece que te atrae la
idea de que una enorme chica te domine ¿Sabes? Yo también recuerdo lo del
martes.” Agrega, una sensual sonrisa se dibuja en sus hermosas facciones.
Es mi turno de ponerme colorado.
End Notes:
Fue bastante difícil escribir este capítulo. Los diálogos siempre me parecían algo anti naturales, pero creo que quedó bastante bien. Con el secreto revelado el resto de capítulos serán sobre distintos escenarios de GTS. Como siempre, se agradece cualquier retroalimentación.
Capítulo 19: La cita. Parte 1 by Hagane No
2:06 a.m.
Macrofilia se refiere
a la fascinación por una fantasía sexual en la cual se interactúa con un
gigante. Principalmente la macrofilia suele estar relacionada con mujeres
gigantes, aunque también existe la macrofilia de gigantes masculinos. En
inglés, el término que se utiliza para nombrar a las mujeres gigantes o
gigantas es "giantess"…
Distraídamente leo el escueto
artículo de Wikipedia en mi móvil.
Reflexiono respecto de todo lo visto y escuchado esta tarde; y quizá más
importante, sobre la propuesta de Julia.
Tendido sobre mi cama, me resulta
imposible conciliar el sueño. Quedamos en vernos mañana, o bueno debería decir
hoy. Sin lugar a duda me preguntará si ya tome una decisión, si estoy dispuesto
a participar en sus particulares juegos. Pienso en lo emocionada y feliz que se
le veía cuando hablaba de sus fantasías.
Tú también me tienes miedo… ¿verdad?
El dolor en su voz me hizo
imposible contestar a la pregunta. La idea de una adolescente con poderes en
apariencia ilimitados efectivamente me resulta catastróficamente terrorífico.
Sin embargo he llegado a la conclusión de que Julia no parece usar sus
incompresibles habilidades para hacer daño a nadie (excluyendo sus bizarros
juegos, de los cuales solo ella y yo parecemos estar conscientes). Por lo que
sé he vivido una vida completamente normal, y lo mismo va para las personas que
conozco.
Recuerdo la intensidad de las dos
experiencias en las que, inadvertidamente para ella, participé. No se puede
negar que existía algo inherentemente sensual en la forma en que la gigantesca joven
dominaba, con el menor de sus esfuerzos, a toda una multitud de personas.
Imágenes de sus maravillosos pies invaden rápidamente mi mente. Esto último
despierta definitivamente mis partes bajas.
Quizá la castaña tiene razón, quizá
me sienta atraído por tan extraños escenarios. Si no es así, no veo
problema con darle una oportunidad a la adorable chica para que me “convenza”…
12:30 p.m.
Conduzco por un pintoresco bulevar
en mi coche. Es relativamente antiguo, y no es extraño a los desperfectos
mecánicos, pero no puedo quejarme; pocos chicos en el instituto tienen auto
propio. Giro a la derecha para desembocar en una amplia calle.
La parte ricachona de la ciudad.
La aplicación en el móvil me indica
que debo avanzar un par de manzanas más para alcanzar mi destino. Las
ostentosas viviendas poniéndome cada vez más nervioso.
Me detengo frente a una
de las espaciosas y lujosas casas. Parqueo en frente, salgo del coche y camino
por el sendero que atraviesa el cuidado jardín.
Doy un largo suspiro para prepararme.
*Knock* *Knock* *Knock*
Después de unos segundos la puerta
se abre para revelar a Julia. Está vestida con una larga camisa blanca,
que le cubre hasta sus muslos, sobre ella una chaqueta de cuero negra; en sus
piernas un par de mallas que llevan a una botas Dr. Martes, también negras, de
una suela muy gruesa que le deben dar hasta unos 4 o 5 centímetros más de
altura. En su cara un maquillaje sutil complementa el lustroso y ligeramente
ondulado cabello, que por lo demás se encuentra suelto.
-“¡Hola!” Se inclina para saludarme
con un beso en la mejilla.
Torpemente la copio para
corresponderle el saludo. Su apariencia me deja completamente estupefacto.
Intento rebuscar en mi memoria, pero creo que nunca había visto a Julia en algo
distinto al insulso uniforme escolar. Tardo demasiado tomar el valor para decir mis siguientes
palabras.
-“Hola. Te ves increíble.”
-“Gracias, tu también te ves muy
bien.”
-“Pensé que podríamos ir a comer
algo.” Me aparto para que vea mi auto en la entrada.
-“Suena bien, vamos.”
Me doy la vuelta para volver por
donde vine.
Sin previo aviso una gigantesca
mano me toma por la espalda. Los enormes dedos me empujan hacia la paciente
palma, y una vez allí se sellan a mí alrededor. En cuanto estoy debidamente
sujeto me alza hacia las alturas.
Atrapado observo el gran rostro de
Julia, que no puede parar de reírse por mi evidente sorpresa. Su puño es lo
suficientemente grande como para sostener la totalidad de mi cuerpo, pero no se
acerca a las versiones de la castaña que ya había visto antes. Debe medir cerca
de 20 metros, casi la misma altura que el edificio a sus espaldas.
Me coge con firmeza, pero no me produce daño o
incomodidad alguna.
De hecho es agradable.
-“Pero, traje mi coche.”
-“Ya me conoces, me gusta tomar la
ruta escénica.” Su sonrisa es rápidamente desplazada por una expresión de
preocupación. “¿O te sientes incomodo? ¿Prefieres ir en coche? Yo no tengo
ningún problema, de hecho debería agradecerte por venir hasta mi casa a…”
-”Estoy bien Julia, en serio.
También me gustaría ver la ruta escénica.” La interrumpo antes de que siga
disculpándose.
-“Entonces abróchate el cinturón.”
Empieza a dar inmensos pasos por el arreglado jardín. Las pesadas botas dejan
la impresión de sus suelas en la suave tierra y césped. Cuando alcanza la acera
su pie izquierdo se posiciona casualmente sobre mi coche.
*CRASH*
Sin inmutarse o dignarse a mirar
hacia abajo, la belleza sigue su camino tranquilamente. Desesperado intento
girarme en su puño para ver en qué estado se encuentra mi pobre vehículo. Julia
lo nota y se voltea.
-“¡Vaya! ¿Quién habrá dejado ese
pequeño juguete frente a mi casa?” Dice, con tono divertido.
Destruido, aplastado, irreparable;
son todas palabras que me pasan por la cabeza mientras observo lo que hasta
hace unos segundos era un automóvil completamente funcional. Mi automóvil…
Con la mano que no me sostiene,
Julia chasquea sus dedos. Una familiar punzada en la sien me hace cerrar los ojos
por un par de segundos; cuando los abro todo rastro de destrucción ha
desaparecido. El jardín tan impecable como cuando arribe, y el vehículo
estacionado sobre el borde de la calle, intacto.
-“Te lo dije ayer y te lo vuelvo a
repetir, mientras estés conmigo ni tú, ni nadie ni nada sufrirá daños
permanentes cuando me esté divirtiendo. Así que intenta relajarte ¿vale?”
La inocente entonación en sus
últimas palabras casi arrebata lo impresionante a las cosas que hace. Existe
cierto desenfado en su forma de hablar y actuar respecto de sus incomprensibles
poderes que por alguna razón me transmite cierta confianza. Más tranquilo
decido hacer caso a su consejo. Me dedico a ser un simple pasajero mientras la
enorme muchacha recorre las vacías calles.
-“¿Tenias pensado algún sitio?” Me
pregunta, mientras se detiene en la intersección con el bulevar.
-“Conozco este restaurante de
hamburguesas cerca del centro. Las mejores hamburguesas que he comido en mi
vida.” Le explico, quizá demasiado emocionado. “Odio cuando las hacen demasiado
grandes, ya sabes, cuando tienes que utilizar el tenedor y cuchillo para ir
haciéndola trocitos. Si quisiera comer con utensilios no iría a un lugar de
hamburguesas. Pues allí las hacen perfectas, te encantará.”
-“Jajajaja. ¿Dónde está este
increíble lugar?”
Desde su mano le doy direcciones
como si fuera un GPS. Mientras nos desplazamos observo el surrealista
escenario. Puedo ver gran parte de los vecindarios que atravesamos, muchas de
las casas ni siquiera alcanzan las rodillas de Julia. Al oeste los enormes edificios
y rascacielos del centro, algunos de varias veces el tamaño actual de mi
compañera.
La poderosa mujer camina
despreocupadamente por el medio de las vías, con la fortuna de no encontrar
ningún vehículo circulando por las mismas. Por las aceras todavía hay
transeúntes, sin embargo no parece inquietarles la presencia Julia.
-“¿Tú estás haciendo eso?”
-“¿Qué cosa?”
-“El que no hayan coches por las
calles, que la gente parezca no darse cuenta de que una chica de 20 metros
camina por el vecindario…”
-“Oh, sí. No me apetecía aplastar
ni asustar a nadie. Solo quiero una apacible caminata con mi amigo.”
Ahí está de nuevo. Dice esas cosas
como si no significaran nada, como si me estuviera hablando de la cuestión más
banal y mundana en el mundo.
-“¿Y por qué caminar? ¿No podías
hacernos aparecer allí?”
-“Si… pero qué habría de divertido
en eso. ¿No te la estás pasando bien, o es que yo no te agrado?” Hace unos
sarcásticos pucheros.
-“No, no, nada de eso. Solo
preguntaba.”
-”¿Qué te parece viajar en mi
mano?”
-“Tengo que admitir que es bastante
cómodo. Y no mentías, la vista es increíble desde aquí arriba. Puedo apreciar
porque te gusta.”
-“Me alegra muchísimo que lo estés
disfrutando.”
Debo haber dicho algo que esperaba
o deseaba escuchar, pues habla con una felicidad que apenas puede contener.
Con sumo cuidado Julia me pone en
el suelo. Mientras me estiro perezosamente, mi compañera se coloca a mi lado;
de vuelta a su tamaño normal. Juntos entramos al modesto restaurante y tomamos
asiento en una de las mesas con vista a la calle. Ambos ordenamos lo mismo, con
mi recomendación.
-“Olvide mencionarlo, pero tienes
una hermosa casa.”
-“¡Gracias! Es de mi padre… Quería
volver a agradecerte por presentarte a mi casa en coche. Y siento si te asusté
cuando lo aplasté, era un juego, pero creo que fui demasiado lejos.”
-“No te apures. Fue bastante
divertido verte destruir ese vejestorio. Además, algo me decía que no lo
utilizaríamos para movilizarnos…”
Charlamos mientras esperamos
nuestra comida. Me entero que los padres de Julia están separados desde hace varios
años. Que le fascinan el ciclismo y la natación. Que ha participado en unas
cuantas competiciones e incluso ganado un par de medallas.
Yo también comparto algunos de mis
gustos y detalles sobre mi vida.
-“No sé qué haré con matemáticas.
Los últimos temas simplemente me resultan imposibles de aprehender. Solo espero
no reprobar la asignatura.” Dice, algo apenada.
-“*Sigh* Dímelo a mí. Pero ¿no
podrías usar tus poderes para… bueno, para tener notas perfectas? Es más, ni
siquiera entiendo por qué sigues yendo al instituto.”
-“Nunca utilizo mis habilidades
para hacer algo que me beneficie injustamente o tenga efectos permanentes sobre
los demás” Adopta una expresión muy seria. “Como te dije podría hacer cualquier
cosa, inclusive dominar toda la Tierra con solo proponérmelo. Pero mis
aspiraciones no son esas. Nunca lo han sido.”
Habla apasionadamente,
probablemente ha querido compartir esto con alguien desde hace mucho tiempo.
-“Llevo meditando varios años ¿sabes? Me ha ayudado a
comprender que el espíritu humano es indomable, pero a la vez algo hermoso y
digno de ser admirado; la síntesis de miles de años de evolución, o quizá la
creación de un ser superior.”
Levanto una curiosa ceja.
-“Si, incluso superior a mí. Uhg,
odio hablar de mi misma de esa forma."
-"Lo que intento decirte es que; por más
impresionante que te resulten las cosas que puedo hacer, soy una chica normal.”
No puedo evitar dar un burlista resoplido.
Cómo puede la mujer que altera la realidad a su antojo con su mera voluntad
decir que es “normal”.
Me arrepiento de inmediato, pues su
cara ahora refleja cierto resentimiento.
-“Lo siento, no era mi intención reírme.
Es solo que, todo esto es algo difícil de entender.”
-“Disculpas aceptadas.” Me ofrece
una de sus características sonrisas. “Solo piensa que no soy omnisciente, y
tampoco considero tener una mente particularmente privilegiada. Tengo mis
propios gustos, en ocasiones soy egoísta, como cualquier otra persona; tengo
temores y deseos, uno de los cuales es vivir una vida común y corriente.”
-“¿Acaso estoy capacitada para
decidir qué sea lo mejor para los demás? Esa es una pregunta que me hago
constantemente, la respuesta de la cual es casi siempre negativa. Por esa razón
he decidido mantener mi extraña habilidad bajo llave, como una peligrosa arma.”
Concluye la castaña, manteniendo el tono serio que merece el tópico.
-“Excepto cuando quieres jugar.”
Añado, con la intención de aligerar un poco la conversación e intentar indagar
más en su interesante perspectiva.
-“Excepto cuando quiero jugar.”
Repite, esbozando una nueva sonrisa. “Es curioso, toda esta basura
filosófica que te acabo de comentar sucumbe cuando me apetece saciar mi excéntrico fetiche. Entonces no tengo ningún problema en dominar e influenciar la mente
de quienes me rodean. Supongo que la libido es más poderosa que la razón.”
“Espero que no pienses mal de mí por
ello, te doy mi palabra en que soy extremadamente cuidadosa.”
Me sorprende la franqueza con la
que habla de estos temas. Intuyo que intenta “poner todas las cartas sobre la
mesa”.
-“Hablando de lo cual ¿Pensaste en mi propuesta?”
Una de las camareras se acerca y deja
la cuenta en un pequeño jarro.
-“Ya ves. He estado pensando en
ello desde anoche. Prácticamente no pude dormir.” Decido ser directo. Es lo
mínimo que puedo hacer luego de que Julia me haya confiado sus secretos sin
mayor rodeo.
Saco mi cartera e introduzco en
el recipiente el efectivo suficiente para pagar mi parte y dejar una pequeña
propina. Julia hace lo propio.
-“¿Y llegaste a alguna decisión?”
Antes de que pueda contestarle se apresura a agregar. “No quiero presionarte, en
verdad. Puedes ser honesto conmigo, y entiendo si no es de tu agrado.”
-“Pues, la verdad es que no. Aún no
lo sé. Como te dije no me parece desagradable, ni mucho menos. Simplemente creo
que aún no conozco lo suficiente… ”
-“¿Me permites ayudarte? Prometo
que no haremos nada extraño o invasivo.” Dice, cruzándose una equis en el pecho
como lo hizo ayer.
-“De acuerdo. Y ¿Cómo planeas
ayudarme?”
-“¿Sabes lo que es el roleplay?”
-“Creo que sí.”
-“Entonces cierra los ojos y sígueme
el juego.”
Acostumbrado a la petición decido
hacer caso sin rechistar mucho más.
End Notes:
Tuve un par de problemas que me impidieron actualizar la historia. Ademas, me resulto algo difícil escribir los diálogos. Todavía creo que son bastante mediocres, solo espero que no os saque mucho de la historia.
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