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Nuestras miradas hicieron contacto. En el escalón que estaba, me encontraba a la altura de sus ojos, y a pesar de la mirada dubitativa de Marcy, para mí esto era muy aterrador. Llevaba una vestimenta parecida a la que le vi ayer en el almuerzo de la escuela, una chaqueta militar, una blusa para niñas color amarillo, un pantalón corto de Jeans y unas zapatillas de deporte blancas, con calcetines igualmente blancos. Su cabello seguía tan despeinado como siempre, unido sólo por el moño negro en la punta de su cabeza. Ella podría medir como 1 metro 20 centímetros, pero para mí (sin contar a sus hermanas claro) seguía siendo una colosa, colosa que tenía su atención centrada en mí pequeña y temblorosa figura.

 

- Wooooow… ¡Hola pequeño, tú quién eres! –Preguntó la niña gigante.

- Yo… Em… –Dije, tratando de articular palabra.

- ¡Vamos, no seas tímido, yo no muerdo, jijiji! –Dijo para luego meterse a la boca el dulce que tenía, como una bola de caramelo pequeña con un palo, la verdad no sé lo que es, no he comido un dulce en mi vida, pero si sabía que mejor le respondía algo.

- Me… Me llamo Adam… Adam Hudson.

- ¿Adam? Espera, mi hermana Ivy tiene un amigo que se llama Adam, siempre habla de él, ¿eres tú?

- S-Si, ese soy yo…

-¡WOW! –De repente me tomó con una mano y me puso frente a su cara, mientras sostenía con la otra el caramelo. –Estaba esperando conocerte, Ivy te quiere mucho, ¿pero cómo llegaste a ser tan pequeño?

- Bueno… Es complicado.

- No soy tonta, puedes contarme… Ven, acompáñame.

 

Marcy empezó a caminar hacia la cocina, aunque creo que lo de acompáñame fue mera cortesía, ya que yo no podía ir a ningún lado. Me dejó sobre la mesa y agarró una silla, la puso frente a la alacena y se subió para sacar algo.

 

- Em… ¿Qué haces, Marcy?

- Quiero alcanzar algo… Espera un poco, pequeñín. –Dijo mientras se estiraba lo más que podía, era algo muy tierno, cómo al ser tan pequeña necesitaba hacer eso para alcanzar algo en la alacena, si yo hubiera tratado de hacer eso a su edad… No quiero ni pensar en lo que me habría hecho mi madre. Finalmente lo logró y puso su objetivo sobre la mesa, parecía ser una azucarera de plata, la destapó y colocó su caramelo adentro, recubriéndolo de azúcar blanca. –Ahora sí, dime que te pasó.

- Marcy… ¿Estás segura que deberías comer eso?

- A mamá no le gusta, pero ella no está aquí ¿verdad? Será nuestro secreto… Aparte es esto o te como a ti, jejeje…

 

Aunque lo dijo de broma (o eso pensaba) la sola insinuación de algo así me asustó mucho, y empecé a decirle lo que quería mientras ella seguía disfrutando de su dulce.

 

- Bueno, ayer en la mañana desperté así, y mi hermana me dejó a cargo de Eve para cuidarme hasta saber cómo devolverme a mi tamaño normal… El resto de tu familia también me ayudará.

- Y como siempre no me dijeron nada… ¿De eso estaba hablando Ivy en la mañana, no?

- Pues creo que sí, yo estaba en su puño.

- ¡AY! ¡Me enoja, creen que soy una niña y nunca me dicen nada! –Exclamó golpeando la mesa, haciéndome temblar, mientras sumergía de nuevo su caramelo en azúcar.

- Tranquila… Seguro no lo hacen por malas, es sólo que…

- Sólo me mienten… ¡Ven aquí! –Ella me tomó en su enorme e infantil puño y me acercó a su cara de nuevo, que reflejaba rabia y frustración.  –Dime, ¿por qué no me dirían que te quedarías aquí con nosotras?

- No lo sé… Tal vez aun no sabían cómo decírtelo. –Dije tratando de disimular, Joan me dijo que ella era muy hiperactiva, y que sería peligroso que alguien tan pequeño como yo estuviera cerca de ella, y creo que ya veo el por qué, aunque no se lo iba a decir así de directo.

- ¿No sabían? Tú me lo explicaste muy bien y lo entendí, ¿por qué ellas no creen eso? A veces pienso que creen que soy tonta…

- Oye, no pienses eso…

- ¡ENTONCES POR QUÉ ME MIENTEN! –Marcy volvió a agitar sus manos con furia, pero esta vez me dejó caer sin querer, aunque por suerte aterricé en la suave azúcar del tarro. –Perdón Adam, estás cubierto de azúcar… Creo que te voy a limpiar, jijiji. –Corrección, por desgracia aterricé en la suave azúcar del tarro.

 

 La niña me recogió con 2 dedos y me puso frente a su boca, la cual se abrió de par en par dejando salir a aquella terrorífica anaconda que tenía por lengua, empezó a acercarme lentamente y yo sólo podía patalear tratando de zafarme, pero mis esfuerzos fueron en vano. Su lengua empezó a rozar todo mi cuerpo, reemplazando parte del azúcar con su cálida saliva. Su aliento también se hacía presente, impregnando toda la zona donde yo estaba colgado se su infantil esencia. Luego de un rato lamiéndome me soltó sobre su lengua, manteniéndome ahí por unos segundos. Yo traté de arrastrarme, traté de gritar, pero sólo veía cómo la gran alfombra de carne retrocedía para introducirme dentro de aquella húmeda gruta a la que llamaba boca, cuya abertura dibujaba una enorme sonrisa que poco a poco se fue cerrando, hasta que sus 2 hileras de dientes se juntaron, encerrándome dentro.

 

Si el ambiente fuera de su boca era espeso, aquí era peor. El aliento chocaba con las paredes de su boca provocando una sensación sumamente peculiar, es como si me ahogara sin agua, sin mencionar que el olor a azúcar impregnaba cada centímetro de su boca. El suplicio que su lengua ejercía sobre mí sólo se vio incrementado, ya que Marcy la usó para moldearme como al caramelo que tenía antes, frotándome por todos lados y también por las húmedas paredes de su prisión bucal. Temía sobre todo cuando me acercaba a sus dientes, pero por suerte nunca usó aquellos puñales de calcio conmigo. Entonces simplemente llegó un punto donde me sostuvo sobre su lengua, mientras yo veía el abismo profundo que era su garganta como si fuera mi destino final, pero afortunadamente no me iba a reunir con su estómago ese día, ya que de repente su lengua se abrió y ella me escupió, dejándome sobre la que parecía ser su cama, ahora estaba en su habitación.

 

- Ya perdiste el sabor, ¿te gustó el viaje?

 

Yo traté de hablar, pero simplemente no podía, seguía suspirando en un intento por recuperar el aliento.

 

- Te ves cansado, no fue para tanto, pasó sólo cómo una hora.

¡UNA HORA! ¡¿ESTUVE UNA HORA DENTRO DE SU BOCA?! Estar ahí tanto me hizo perder la noción del tiempo.

- Como sea, iré por agua, tú quédate aquí y no te muevas, quiero jugar más contigo.

 

Acto seguido ella salió por la puerta, dejándome sólo sobre su cama. Su sábana era color crema, casi de mí mismo tono de piel, aunque era mucho más suave. Mientras me levantaba pude ver bien su habitación, un sinfín de papel tapiz rosa y amarillo inundaban las paredes, junto con una serie de juguetes en estantes y un televisor mediano frente a su cama, el cual estaba encendido dando un show infantil que no pude reconocer, pero que por la animación espantosa y los animales mal dibujados me resultó sumamente repelente a la vista.

 

No pretendía quedarme ahí, si a lo que me hizo lo llamó jugar, no quería ni imaginarme que otros “juegos” pasarían por su joven mente. No tenía muy claro mi objetivo, así que simplemente empecé a correr, pensaba saltar de su cama y ocultarme hasta que llegara Eve o alguna de las otras para que me salvaran, pero creo que debí pensarlo mejor, al parecer tanto aliento de su boca me fundió el cerebro en ese momento.

 

Cuando estaba al borde de la cama y a punto de saltar, escuché cómo estaba llegando, así que en un intento de esconderé a plena vista, me acosté sobre el borde de la cama. Ella al principio no me notó, me llamó un par de veces hasta que, por desgracia, se empezó a sentar justo sobre mí. En ese momento grité tanto cómo podía, pero aún no estaba listo para volver a emitir sonidos con normalidad, por lo que no me escuchó y lo inevitable ocurrió. Luego de haber pasado por una experiencia pegajosa y mal afortunada, sólo era el inicio.

 

Ahora me encontraba bajo el trasero de Marcy, una niña de 10 años con azúcar hasta en las venas que era casualmente la hermana menor de mi mejor amiga, y por diosa, nunca pensé que iba a tener que decir esa oración. A través de su colosal posadera se filtraban ciertos sonidos, parece como que estaba hablando pero no podía escuchar nada de lo que decía, sólo estaba siendo tragado por sus pantalones cortos, rezando porque no haya comido nada muy condimentado, ya que lo que sí oía con claridad eran los sonidos de su estómago, y si ese tipo de cosas no las soportaba con mi tamaño normal en casa, era impensable hacerlo de este tamaño. Por lo mismo empecé a dar golpes a sus glúteos, tratando de que se levantara, pero ella sólo se acomodaba más, enterrándome más fuerte entra nalga y nalga. Aun así no me rendí, y al cabo de unos minutos, y luego de pensar mucho en este embrollo en el que estaba, mis esfuerzos dieron frutos al ver al fin la luz fuera del trasero de Marcy, ya era libre.

 

- Marcy… Por favor… No hagas eso. –Dije tratando de reponerme.

- ¿Adam? Yo sólo quería jugar un poco, lo siento.

 

En seguida me levantó entre sus manos para poder verme mejor.

 

- No te hice daño, ¿verdad?

- No… Sólo no lo hagas más, por favor, es un juego muy brusco.

- ¿Cómo dices?

- Espera… –Dije, mientras recuperaba el aliento, tanto tiempo bajo su trasero me dio la perspectiva correcta de cómo abordar esta situación, ser indirecto no funcionó, tratar de escapar tampoco, si quería lidiar con Marcy, debía hacerlo a su manera. –Dime una cosa, tu mamá no te deja comer azúcar, ¿cierto?

- Así es, pero no es justo, todas las demás si pueden.

- Creo que ya sé por qué es.

- ¿En serio? ¡Dime, dime, dime!

- Cuando comes azúcar te aceleras mucho, más de lo que eres normalmente, ¿verdad?

- Bueno… Algo así, me anima.

- Ahora piensa, ¿por qué no te dijeron que yo estaba aquí?

- Porque…

- Porque si tú me encontrabas tratarías de jugar conmigo así, de forma muy brusca. Y yo en este tamaño soy muy frágil, ¿entiendes?

- Entonces… ¿Mi familia si confía en mí?

- Más de lo que crees, te conocen bien, y saben de lo que eres capaz, sólo tratan de protegerte, y de paso a mí.

- Mmm… Creo que ya entiendo, ¿pero no te hice daño, verdad?

- Por suerte no.

- ¡Por diosa! ¿Y-Y cómo hago para no ser así?

- No trates de no serlo, con la edad vas a poder controlar mejor todas esas emociones, y no tendrás estos problemas.

- ¿De veras?

- De veras.

- ¿De veras de veras?

- De veras de veras, confía en mí.

- Aww… –Dijo Marcy antes de empezar a llenarme de besos, al principio me aterré (por obvias razones) pero el cariño de la niña me calmó, al parecer ya había aprendido la lección.

- ¿Ahora entiendes todo, Marcy?

- Creo que sí, gracias Adam.

- No hay de qué, sólo trato de ayudar.

- Como mi familia te está ayudando a ti, ¿no?

- Así es, aprender rápido, te felicito.

- Gracias... Pero aún tengo ganas de jugar, ¿quieres jugar conmigo?

- Claro que sí, jugaré contigo pero recuerda jugar bien, soy frágil de este tamaño.

- Entiendo… ¿Cómo jugaban mis hermanas contigo?

- ¿Disculpa?

- Ellas son mayores, seguro sabían jugar mejor que yo, dime, se honesto, ¿qué hacían?

 

No quería mentirle a la niña, pero tampoco podía decirle lo que hice con el resto de la familia Turner, es decir, ¡tiene 10 años! Seguramente ni sabe de las aves y las abejas, así que empecé a recordar algo que si pudiera decirle a Marcy, y simplemente lo dije de volada.

 

- Bueno… Jugamos con sus pies…

 

Ella se sorprendió y una pequeña sonrisa empezó a formarse en su rostro, después de lo ocurrido supe que debí mentir…

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