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Era un tormento. Estaba pegado al gigantesco pie de Abigail Turner, la hermana mayor de Eve y el resto, y ella ni siquiera sabía que me encontraba allí. Mi cara se pegó fuertemente a su suela, por lo que sin querer pude saborear su sudor apestoso, y a esencia misma de su pie me envolvía por completo, más aun cuando volvía a pisarme otra vez. A estas alturas no era más que la tierra pegada a su suela, es más, creo que esos pedazos de tierra tenían más dignidad que yo, y aun con mi resistencia aumentada sentía como cada paso me hacía algo de daño. Finalmente Abby entró a su habitación y al parecer se sentó frente a su escritorio, cruzando las piernas y dejando un pie en el aire, justo en el que yo estaba pegado. Por desgracia la gravedad no se presentó en esa ocasión, ya que la mugre y el sudor no era ni poca y excesiva, estaba en la cantidad suficiente como para que cualquier cosa se pegara a la suela con un agarre impresionante, y desde luego yo era una de esas cosas. Lo que si abundaba en la suela de Abby era el olor, era como si hubiese estado descalza buena parte del día, y el hedor de su pie era tal que podría decirse que violaba mis fosas nasales.

 

Desde luego traté de luchar para salir, no pretendía quedarme bajo los pies de Abby por el resto de mi vida, y aun estaba a tiempo porque ella seguía sin notarme, simplemente estaba metida en lo suyo, sea lo que sea, mientras yo trataba de mover mis brazos y mis piernas para liberarme, aparentemente sin resultados. Mi fuerza proporcional a mi tamaño se vio mermada por las continuas pisadas de su suela contra mi cuerpo, el cual estaba algo malherido, logrando luchar con mucho menos fuerza de la que normalmente lo haría (normalmente para alguien de mi tamaño). Aun así no dejé de intentarlo, el casi abuso sexual que el aroma de su pie infringía sobre mí era demasiado fuerte como para tolerarlo, y aunque me doliera, seguiría luchando. Al cabo de unos 10 minutos logré despegar un brazo, y el resto de mis extremidades empezaron a despegarse en cadena, quedando suspendido en el aire en caída libre hacia el suelo. A diferencia de las grandes y largas alfombras que cubrían los pasillos del segundo piso de la casa, el suelo de Abby era de una fría madera oscura, y eso hizo que el dolor que ya sentía se magnificara.

 

Me arrastré lejos de los pies de Abby a una velocidad tal que una tortuga me diría lento, pero no podía hacer mucho más en mi condición. Por desgracia cuando estaba cerca de salir del ratio de sus suelas, ella volvió a cruzar las piernas, colocando ahora su otro pie en el suelo, justamente en el que tanto luché para escapar, y como no podía ser de otra manera aplastó casi todo mi cuerpo. Sólo mi cabeza y mis brazos estaban libres del yugo de su suela, la cual Abby estaba moviendo de formas inconsciente, aplastando mi pequeño cuerpo sin darse cuenta. Entre tanto moler ella logró pisarme entero, y sentí de primera mano como todo mi cuerpo cedía ante la presión de su colosal pie. Sentía que ese era mi fin, algo que ya era común en este día tan loco, pero ahora era más serio que nunca, con mi cuerpo magullado, sólo era cuestión de tiempo para que perdiera la conciencia y no volviera a despertar, por lo que con lo que me quedaba de aliento dije mis últimas palabras:

 

- Lo siento… Eve… En serio lo siento…

Acto seguido caí desmayado, esperando mi final…

 

 

Desperté en un lugar completamente blanco, con la ropa que solía llevar a la escuela y completamente sano, sin rastros de que haya sido pisoteado.

 

- Así que esta es la otra vida… Ya debo estar muerto.

- No tan rápido, Adam Hudson.

 

Escuché una voz resonar en todo el lugar y salir de la nada, cuando un destello aun mayor se generó sobre mí, el cual luego de apagarse dio paso a que una figura monumental apareciera al frente de mí, mientras yo me elevaba por los aires. Era una mujer, rondando los 30 años, de cabello negro azabache y muy largo, que desprendía un aura con una extraña luz negra en su contorno desnudo, que brillaba aun más que toda la habitación, por lo que en mi cabeza surgió la idea de quien era.

 

- ¿Sabes quién soy?

- Es… La Diosa Rachel, ¿verdad?

- Bravo, con el paso del tiempo más gente tiende a demorarse en responder eso.

- Bueno yo leo mucho, he leído su libro varias veces, y mi mejor amiga Eve…

- Te sientes desanimado, ¿tengo razón?

- Si, acabo de morir bajo la suela del pie de la hermana mayor de Eve… Me duele no poder volver a verla.

- La amabas.

- No… Sí… No lo sé, pero ya no importa.

- De hecho te equivocas, tú aún no has muerto.

- ¿C-Cómo dice…?

- Esto es algo que suelo hacer a menudo, salvo a aquellas personas que creo que no deben morir tan pronto, si fuera por mí lo haría con todos los inocentes que mueren, pero eso daría una imagen contradictoria, sin el riesgo de morir la humanidad sería menos cautelosa, y eso ocasionaría muchas más muertes.

- No deja nada al azar… Siempre creí eso, que rodo lo que hacía tiene una razón detrás.

- Así es.

- ¿Puedo preguntarle algo, Diosa Rachel?

- Claro, pero que no sea tan trascendental, ya sabes.

- Jeje, pues no es eso, es sólo… ¿Por qué salvarme a mí?

Ella se quedó callada por un momento antes de responder.

- Espero que nunca llegues a averiguarlo, Adam Hudson.

 

 

Nuevamente desperté, esta vez en lo que parecía una placa verde con líneas blancas, y frente a mí estaba la enorme cara de Abby, volví a ser yo.

 

- ¡Oh por Diosa! L-L-Lo siento mucho, en serio… Dime, ¿e-estás b-b-bien? –Dijo Abby con un tono entre preocupado y apenado.

- Yo… –Noté que mi cuerpo entero había sanado, no sé si esto también sea obra de la Diosa Rachel, pero sea como sea, me sentí agradecido– Estoy bien, gracias.

- ¡LO LAMENTO MUCHÍSIMO! No quería pisarte, lo juro, no sabía que estabas ahí, y luego se me cayó un lápiz al suelo, y pude sentirte, y…

- Tranquila, no pasa nada, no te preocupes. –Dije, tratando de calmarla.

- Ok… Lamento ponerme así, soy algo… Bueno…

- ¿Tímida?

- Pues si… Tímida… Pero dime, ¿Quién eres? Tu rostro me suena de algo.

 

Y de nuevo procedí a contarle mi historia a otra chica Turner, obviando las partes más subidas de tono y mi encuentro con Rachel, ya que era algo tan especial que no lo iría diciendo a la ligera, aparte aun no terminaba de asimilarlo.

 

- Ya veo, has pasado por mucho Adam, lo siento… –Dijo Abby.

- No tienes por qué disculparte, me topé con el resto y contigo por casualidad.

- ¿Y no te llegaste a topar con Marcy?

- ¡No! –Dije, exaltado de que otra vez vinieran con la burra al trigo, sin yo saber por qué, por lo mismo noté como la cara de Abby se enrojecía, apenada por mi reacción.

- Lo siento, no quise…

- No, yo lo siento, no debí gritarte.

- Bueno… Pero volviendo a lo que dijiste antes… Es cierto, no podemos despertar a Ivy, no te imaginas como se pone cuando la despiertan.

- Ya me lo habían dicho.

- Pero tampoco puedes quedarte con alguna de nosotras.

- ¿Cómo?

- Bueno, con las gemelas no por lo que ya han pasado, no creo que sea bueno, con Marcy ni hablar, y con migo tampoco… ¡No es que no quiera! Es sólo que voy a  tener que trabajar toda la noche, eso no te dejaría dormir, no sería justo.

 

Me quedé u momento viendo a Abby, era… Cómo decirlo… Muy tierna. A pesar de ser la mayor de las Turner (25 por lo que recuerdo que digo Eve), se comportaba como una niña, era dulce y amable, y ese carácter tímido enaltecían su dulzura. Era muy bello ver que otra persona se preocupara por mí de esa manera tan desinteresada.

 

- Oye Adam, ¿te pasa algo?

- ¿Qué? ¿Cómo? Lo siento, me distraje… –Dije, tratando de buscar un tema para desviar este incómodo momento, mientras vi unos lindos dibujos a un lado del escritorio. –Y… ¿De qué trabajas?

- Bueno… Soy diseñadora.

- ¿Diseñadora? Genial.

- Sí, me gusta mucho, aunque no trabajo para nadie todavía, soy FreeLancer.

- Y no has pensado… Ya sabes ¿buscar una agencia algo así?

- ¿C-Cómo dices?

- ¡Disculpa! No quise importunarme, no es algo que me concierna, pero… No pude evitar ver esos dibujos de ahí, son geniales, tienes mucho talento.

- G-Gracias, aunque no son dibujos como tal. –Dijo, ruborizándose un poco por lo halago, moviendo su enorme cola de caballo.

-Ojalá tuviera tu talento Abby.

- Gracias… Pero no puedo buscar un trabajo más común… Prefiero quedarme en casa.

- ¿A sí? ¿Cómo?

- No sé si estoy lista para salir… Aparte no quiero dejar a mi familia sola, siempre las he ayudado desde que papá…

- No tienes que decirlo si no quieres, Eve me contó… La guerra no perdona.

- Si… Desde entonces he ayudado a mi mamá en todo lo de la casa, a cuidar a mis hermanas. Si me voy, me aterra pensar en lo que les pasaría sin mí.

 

Lo que dijo me llegó al alma, ya que Abby sentía exactamente lo mismo que yo siento por Holly, ese amor fraternal y cariño por los más cercanos a ti… Sin querer solté unas cuantas lágrimas, las cuales Abby no tardó en notar.

 

- Ay, perdón, ¿dije algo malo?

- No… Por el contrario… Así me siento yo con mi hermanita, Holly… Temo que en mi ausencia algo pueda pasarle. Pero no puedo volver, no hasta volver a la normalidad.

- Awww… Ven aquí, pequeñín.

 

Dicho eso Abby me tomó entre sus manos y me acercó a su pecho, no para aplastarme, sino que para darme un abrazo, un ENORME abrazo. Al rozar mi cuerpo sus pechos noté algo que no había notado hasta ahora, y es que aún seguía con mi erección, y con eso volvió a endurecerse al extremo. Abby luego me llevó a sus labios y me dio un suave beso que envolvió todo mi cuerpo, para dejarme otra vez sobre su escritorio, a punto de acabar.

 

- Lo siento, mamá hacía eso cuando yo me sentía triste, pensé que te animaría.

- Gracias Abby… ¡MIRA, QUE ES ESO!

- ¿QUÉ? ¿Dónde?

 

Ella se volteó y volví a correrme, esta vez dejando mi semen sobre el suelo de madera, no quería que ella lo notara, menos luego de todo lo que hemos hablado. Limpié mi pene con las manos y traté de cubrir mi “rastro” como pude, y por suerte funcionó.

 

- No vi nada, ¿qué era?

- No lo sé… Creí ver una luz fuera del cuarto. –Dije sin pensar mucho en la excusa.

- ¡VISTE UNA LUZ ROJA FUERA DEL CUARTO!

- Yo… No dije que fuera roja.

- ¿Ah no? Jejeje, me confundí, lo siento. –Dijo sonriendo exageradamente mientras se tocaba la nuca. – Pero volvamos al problema, no tienes donde quedarte para dormir bien… Creo que se cómo ayudarte a volver con Eve sin que se dé cuenta, pero tienes que confiar en mí y no contar nada ¿de acuerdo?

- De acuerdo… Supongo.

- Necesito que lo prometas, por favor.

- Ok, lo prometo. –Dije poniendo mi mano sobre mi corazón. –Pero, de qué se trata.

- Sube a mi mano, te mostraré.

- Ok…

 

Subí a la palma de Abby y ella juntó ambas manos para sostenerme mejor y más cerca de su pecho, parecía que no quería dejarme caer por error, preocupación de esta chica me generaba más ternura a cada minuto. Ella salió de su habitación y caminó al fondo del pasillo, subiendo unas escaleras hasta el tercer piso. Este era sólo un pasillo que conectaba con el del otro lado del segundo piso, y al frente había una pared con una única puerta, por lo que la habitación al otro lado debía ser sumamente grande. Abby me sostuvo firmemente con una mano mientras que con la otra tocaba a la puerta, y quien la abrió unos segundos después no hizo más que dejarme sin palabras, las cuales Abby logró formular.

- Hola mamá, necesito tu ayuda…

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